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-jAh, hoy! Nada sabeis de hoy?

—Nada absolutamente. Nadie ha pasado.

—Dejadme, pues, humedecer las fauces, y luégo 08 diré las cosas de hoy.

Llenó el vaso, le tomó en la mano derecha, con los dos primeros dedos de la izquierda levantó los bigotes, sentó la barba con la palma de la misma mano, bebió y prosiguió:

—Hoy, amigos mios, poco faltó para que fuese un dia tan borrascoso como ayer, 6 peor; y á la verdad me parece mentira el verme aquí entre vosotros y deciroslo, porque ya habia abandonado mi proyecto de viaje para quedarme á proteger mi pobre tienda.

—Pero ¿qué hubo?-dijo uno de los circunstantes.

—¿Qué hubo? Ya lo oireis.

Y trinchando la carne que le habian traido, al paso que comia continuó su narracion. La gente en pié, arrimada á la mesa, le estaba oyendo con la boca abierta. Lorenzo en su lugar, sin aparentar curiosidad, ponia atencion quizá más que otro alguno, mascando poco å poco sus últimos bocados.

—Esta mañana, pues, los bribones que ayer alborotaron tan infamemente, se hallaban en los puntos convenidos, pues ya todo estaba preparado. Reunidos empezaron á correr las calles gritando para reunir gente. Habeis de saber que en esto sucede como cuando se barre (jcon perdon!) la casa, que el monton de la basura va engrosando, al paso que va adelante. Cuando les pareció que habia bastante gente, se dirigieron á casa del señor birector de provisiones, como si no bastasen las infamias que hicieron ayer con él, ¡eon un señor de sus eircunstancias! ¡Bribones! ¡Y qué cosas que decian contra él! Todo mentira, por supuesto, porque es un señor muy bueno y muy cabal, y nadie puede decirlo mejor que yo, que casi soy de su casa, y le proveo de paño para las libreas de su familia. Encamináronse, pues, á la casa, y era de ver. ¡Qué canalla! iqué caras! Figuraos que pasaron por delante de mi tienda unos mascarones... ¡Vaya! los judios del via crucis comparados con ellos son unos serafines. ;Y qué dichos salian de aquellas bocas! era cosa de taparse los oidos, á no ser porque no convenia llamar la atencion. Iban con la piadosa intencion de saquear la casa; pero...

Al llegar aquí, levantó y extendió hácia adelante la mano izquierda, y puso la punta del dedo pulgar en la punta de la nariz...