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sendas y caminos excusados, las mismas piernas que han andado las demas andarán tambien éstas. Seguramente no voy i.ácia Mi!an; luego voy camino del Ada, y andando andando he de llegar à él tarde 6 temprano. Las aguas del Ada meten bastante ruidu, y cuando esté cerca no he de necesitar que nadie me le enseñe. Si hay alguna barca en que poder pasar, paso inmediatamente, y si no, me escondo hasta mañana en un monte 6 encima de un árbol como los pájaros; que más vale dormir sobre un árbol que en la cárcel.

Pronto se le presentó un sendero á mano derecha y se metió por él. A aquella hora no hubiera dejado de preguntar á cualquiera que se le hubiese presentado; pero no se oian pisadas de alma viviente.

Andaba, pues, por la senda adelante, é interiormente iba discurriendo por sí de esta manera:

—¿Conque yo he cometido mil diabluras, queriendo asesinar á todos los señores? ¿Conque traia un paquete de cartas? Y mis compañeros me estaban aguardando? Daria cualquier cosa por encontrarme cara á cara con aquel mercader de los diablos al otro lado del Ada (jay! ¡cuando llegaré á pasar ese nialdito rio!) para detenerle y preguntarle despacio de dónde habia sacado aquellos cuentos. Sepa usted, señor mio, le diria, que lo que ha sucedido ha sido esto y esto, y que las diabluras que he cometido no han sido otras, sino haber ayudado al señor Ferrer, como si fuera un hermano mio: sepa usted que aquellos bribones que le parece que eran amigos mios, porque una vez solté una palabra de buen cristiano quisieron jugarme unas chanzas muy pesadas: sepa, por fin, que mientras usted estaba guardando su tienda, á mí me estaban moliendo las costillas por libertar al tal señor Director de provisiones á quien no he visto en mi vida: ipero que aguarden á que yo me mueva otra vez para ayudar á señores! Es verdad que en conciencia debemos hacerlo... porque al fin son nuestros prójimos. ¿Y aquel paquete de cartas en que se contenia toda la maquinacion, y que sabe de cierto que abora se halla en manos de la justicia? ¿Qué apuesta usted à que se lo presento aquí sin necesilar para ello del auxilio del diablo? Vaya, quiere usted ver el tal paquete de cartas? Aquí está, y no es sino una sola carta, si usted quiere saberlo, escrita por un religioso que puede enseñarle la doctrina cristiana, por un religioso que, sin agraviar á usted, un pelo de su barba vale más que toda la de usted, y ha escrito estă carta á otro religioso que tambien es todo un