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hombre. Vea usted, pues, cuáles son los bribones de mis amigos, y aprenda para otra vez á bablar mejor, sobre todo cuando se trata del prójimo.

A poco tiempo cedieron enteramente estos pensamientos y otros semejantes, pues las circunstancias actuales ocupaban exclusivamente todas las facultades del pobre peregrino. El temor de que le siguiesen y descubriesen, que tanto habia acibarado el viaje del dia, no le inquietaba por entónces; pero ¡cuántas cosas se reunian para hacerle aún más desagradable su caminata nocturna! Las tinieblas, la soledad, el cansancio que se iba aumentando y llegaba á ser penoso, un vientecillo que soplaba muy sutil y casi imperceptible, pero poco grato á quien estaba vestido con el mismo traje que se habia puesto para ir á la boda y volver despues triunfante á su casa que distaba pocos pasos, y lo que era peor de todo, aquel caminar á la ventura, olfateando, como suele decirse, un sitio donde poder descansar y estar seguro.

Cuando pasaba casualmente por algun lugarcito, iba con mucho silencio mirando si habia alguna casa abierta; pero nunca vió más señal de gente despierta que tal cual claridad que salia de algun postigo de ventana, y miéntras caminaba fuera de poblado, se paraba de cuando en cuando, y aplicaba el oido por si oia el deseado murmullo del rio; pero siempre inútilmente, pues no percibia otro sonido que el melancólico y amenazador aullido de algunos perros, que saliendo de caserías aisladas, venía atravesando el aire.

Luego que se acercaba á cualquiera de aquellas caserías, el aullido se convertia en un ladrar prolongado é iracundo, y al pasar por delante de la puerta oia y casi le parecia ver al animal doblar sus ladridos acereando el hocico á las rendijas, lo cual disipaba en él la tentacion de llamar y pedir hospedaje. Y áun cuando no hubiese habido perros, no hubiera tenido valor de hacerlo. «¿Quién es? ¿Qué quereis á estas horas? ¿Cómo habeis venido aquí? Decid vuestro nombre. No hay donde dormir.-Esto es lo que me preguntarán, decia entre sí, y será lo ménos malo que me pueda suceder, porque puede muy bien estar durmiendo dentro algun medroso que empiece á gritar ladrones! ¡ladrones ! En tal caso sería preciso responder inmediatader alguna cosa que satisfaciese; y qué he de responder? Al que oye ruido de noche no le ocurren sino ladrones y malhechores, y no le pasa por la imaginacion que un hombre de bien pueda hallarse caminando así á deshoras, á no ser un caballero en su carruaje.» Con estas reflexiones