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guardaba aquel partido para el último apuro, y seguia adelante con la esperanza de llegar aquella noche al Ada, aunque no pudiese pasarle, para no tener que andarle buscando de dia.

Yendo adelante, y adelante, Ilegó á un paraje en que el campo cultivado concluia en una llanura de helechos y palmitos, que le pareció, si no indicio seguro, á lo ménos probable de que habia rio inmediato, y por tanlo se metió en ella siguiendo la senda que la atravesaba. Habicndo andade algunos pasos, se detuvo á escuchar; pero inútilmente. Aumentaba el fastıdio del camino la aridez del sitio, pues no veia ni uc moral, ni una cepa, ni otra señal alguna de cultivo, que hasta enlónces le habian servido en cierto modo de compañia. Sin embargo, seguia adelante; pero como empezasen á suscitarse en su inmaginacion ciertas ideas de apariciones, que aún conservaba de las consejas que en otro tiempo le habian contado, para alejarlas, ó al ménos para distraerse, iba rezando por los difuntos al paso que camipabaie esta manera llegó poco á poco á unos matorrales, en donde, continuando su marcha con más iimpaciencia aún que coleridad, empezó á encontrar árboles más allos, y siguiendo siempre la misma senda, advirtió que iba á entrar en un bosque. Experimentó desde luégo cierla repugnancia á melerse en él; pero por último la venció, y prosiguió su camino de mala gana. Cuanto más se internaba en el bosque, tanto más se aumentaban sus molestas imaginaciones.

Las plantas que veia á cierta distancia se le figuratan espectros extraños y disformes. No le agradaba tampoco la sombra de las copas de los árboles que, ligeramente agitadas por el aire, se presentaban trémulas en la senda iluminada por la luna, y hasta el ruido que sus mismas pisadas causaban en las hojas secas tenía algo de repugnanto á sus oid s. Experimentaba en sus piernas cierta áusia, cierto impulso de correr, al mismo tiempo que parecia que no podian ya 8oslener su cuerpo. Sentia en la frente y las mejillas la impresion del relente nocturno, que introduciéndose por entre los vestidos y la carne, penetraba agudamente hasta los buesos ateri bros el últino recurso de vigor. Llego un momento en que aquel horror inexplicable, contra el cual hacía algun tieumpo que luchaba su ánimo, llegó casi á sojuzgarle. Estaba ya para rendirse, pero más asustado de su propio temor que de otra cosa, reanimó todo su antiguo vigor y se docidió á emplearley agolaba en sus miem- 15