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Animado, pues, de este modo, se paró á deliberar, y ya estaba delerminado á dejar aquel sitio, y, volviendo por el camino que habia andado, dirigirse al últımo pueblo de donde habia salido, á buscar olra vez habitaciones bumanas para proporcionarse en ellas un asilo, aunque fuese en la posada. Estando, pues, en esta situacion, sin hacer ruido con los piés en las hojas secas, y reinando en lorno el más profundo silencio, legó á sus oidos una especie de murmullo de agua corriente. Escucha, se cerciora, y exclama: «Es el Ada!» y aquel ruido fué para él el encuentro de un amigo, de un bermano, de un bienhechor. Con esto desapareció casi enteramente el cansancio, volvió á tomar su movimiento el pulso, y le pareció que la sangre corria más libre y caliente por sus venas. Aumentóse la confianza y se le figuró ménos ardua y peligrosa su situacion, de modo que no titubeó en proseguir internándose en el bosque en la direccion que le indicaba aquei lisonjero ruido.

Poco tardó en llegar á la extremidad de la llanura y á la orilla de un profundo ribazo, y mirando por entre las matas y malezas que le guarnecian, vió brillar allá bajo el agua corriente. Levantando despues la vista, divisó á la otra parte del rio una llanura sembrada de pueblos, y en último término a'gunos collados, distinguiendo en uno de los más más altos una mancha blanca, que le pareció ser una ciudad, y sin duda alguna la de Bérgamo. Bajó algun poco por la pendiente, y separando el ramaje con manos y brazos, miró si se movia por el rio alguna barquilla, y escuchó por si oia algun ruido de remos; pero nada vió ni oyó.

Si se hubiese tratado de algo ménos que del Ada, hubiera bajado Lorenzo inmediatamente para tentar el vado; mas no lo hizo, porque sabía que con aquel rio no se podian gastar semejantes chanzas.

Púsose. pues, á consultar consigo mismo muy sosegadamente qué parlido deberia tomar. Subirse á un árbol, y estar allí con tan ligera ropa y el ambiente que soplaba, esperando el dia por espacio de seis horas que aún podia tardar en venir, era lo más propio para helarse; dar vueltas arriba y abajo para mantenerse lodo aquel tiempo en ejercicio, además de ser corto auxilio contra el rigo: del sereno, era exigir demasiado de sus tristes piernas, que habian hecho ya más de lo que debian. Acordóse por furtuna que en uno de los campos más inmediatos al terreno inculto habia visto un cascinollo, nombre que los aldeanos de la vega de Milan dan á ciertas cabañas cubiertas de paja y construidas con troncos y ramas entretejidas y rellenas de