Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/239

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 227 —

tierra, las cuales en el verano sirven para depósitos del grano de la cosecha, y guarecerse los trabajadores por la noche, quedando abandonadas en las demas estaciones del año. Eiigióla, pues, para su asilo, volvió á emprender cl camino, atravesó el bosque, el matorral y la llanura, y cuando llegó al terreno cultivado, percibio la cabaña, é inmeuiatamente se dirigio á ella. Cerrabala una gran puerla carcomida y descompuesta, sin cerrojo ni llave en el postigo. Abrió Lorenzo, entró y vió suspendido en el aire, y 8ostenido por ramas relorcidas á manera de cuerdas, un enrejado, figurando una hamaca; pero no pensó en meterse en éi, sino que viendo en el suelo un poco de paja, creyó que áun allı sería agradable un buen sueño.

Mas antes de acostarse en aquel lecho que la Providencia le habia deparado, se arrodilló para darle gracias por semejante beneficio, y por todo el favor que le babia tado en aquel dia terrible: rezó despues sus oraciones acostumbradas, y cuando concluyó pidió perdon á Dios por haberle olvidado la noche anteriur, y por haberse acostado á dorair, segun decia, peor que un perro. Recogió despues toda la paja que habia alrededor, se la echó encima, procurando que le sirviese de colcha para amortiguar el frio, que áun alli dentro se dejaba sentir bastaute, y se acurrucó luégo con intencion de echar un buen sueño, pareciéndole que en aquel viaje le habia comprado aún más caro de lo justo.

Pero apénas cerró los ojos, cuando en su memoria 6 cn su fantasia, pues no es facil decir á punto fijo el paraje, empezó á pasar y repasar tanta gente, y de una manera tan continua, que abuyentó de él hasta la idea del sueño. El mercader, el escribano, los esbirros, el espadero, el posadero, Ferrer, el Director de provisiones, la reunion de la posada, toda la algazara de las calles, D. Abundo, D. Rodrigo..., y ninguno entre lantos que no trajese consigo recuerdos de desventuras ó resentimientos.

Sólo tres imágenes se le ponian delante exentas de amargas memorias, limpias de toda sospecha y enteramente halagürñas, y dos con especialidad muy desemejantes entre si, pero intimamente unidas en el corazon de Lorenzo; unas trenzas negras y una barba Llanca.

Pero áun el consuelo que experimentaba con fijar el pensamiento en aquellas imágernes estaba muy léjos de ser puro y tranquilo. Cuando recordaba el buen religioso, se avergonzaba de su fuga, de su intemperancia y del poco aprecio que habia hecho de sus paternales consejos, y pres-