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Y con la mayor brevedad que le fué posible, pero no sin conmoverse, le contó su dolorosa historia.

—Esa ya es harina de otro costal,-dijo Bartolo.-Pobre Lorenzo! Pero has contado conmigo, y ciertamente no te abandonaré. A la verdad no se necesitan ahora operarios; apénas conserva cada fábrica los suyos para no perderlos, y para ir manteniendo el oficio; pero el auno me aprecia:

no deja de tener fondos, y te diré, sin que sea jaciancia, que se los debe en gran parte á su dinero y á la razonable babilidad de eslas manos. Has de saber que soy el maestro; que nada se hace sin mi, y en una palabra, que soy el factotum. ¡Pobre Lucia Mondella! Ne acuerdo de ella como si fuese ayer. ¡Buena muchacha! Siempre la más modesta en la iglesia, y cuando uno pasaba delante de su casita...

Me parece que la estoy viendo fuera del pueblo con una higuera muy hermosa que sobresalia por eucima de las tapias.

—Mira, no hablemos de eso.

—Quiero decir que cuando se pasaba delante de aquella casita se oia siempre el aspa dar vueltas y más vueltas. Y aquel D. Rodrigo?... Ya en mi tiempo empezaba á sacar los piés de las alforjas; pero ahora por lo que veo hace mil diabluras, miéntras que Dios le deja la rienda suelta.:. Conque, como te iba diciendo tambien, aquí se padece un poco de estrechez. A buena cuenta, ¿cómo te hallas de apetito?

—He comido abora poco en el camino.

Y cómo estamos de dinero? Abrió Lorenzo la mano derecha, dió en ella un soplo ligero.

—No importa,-dijo Bartolo,-yo tengo. Anímate, que ántes de mucho, si Dios quiere, se ban de cambiar las cosas, y me los volverás, y áun ganarás para ti.

—Tengo algun dinerillo depositado, y escribiré que me lo envien.

—Está bien, y entretanto cuenta conmigo. Dios me ha dado lo que tengo para mis p"rientes y amigos, á quien se lo he de hacer?

—Si lo dije yo, que la Providencia!...-exclamó Lorenzo apretando afectuosamente la mano de su primo.

—¿Conque en Milan-dijo éste-ha babido todas esas diabluras que cuentan? Me parcce que esa gente es algo loca. Ya se habia dicho por aquí alguna cosa; pero deseo que me lo cuentes todo por menor. jAb! tenemos muchas cosas que hablar. Acá todo marcha con más sosiego, y NO hacen las cosas con algun juicio. La ciudad ha comprado acercó á la boca y haga bien, y si no lo hago á