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contrabalanceaba todas estas ventajas, sino que las inotilizaba. Un convento de monjas en Monza, aunque no hubiese vivido eu él una princesa, era un bueso demasiado duro para los diertes de D. Rodrigo, y por más que se devanase los sesos dando vueltas con la imaginacion á aquel retiro, no encontraba medio alguno de expugnarlo ni por la fuerza ni con estratagemas. En estas cavilaciones esluvo casi para abandonar la empresa, é ir á Milan, dando un rodeo por no pasar por Monza, y en Milan entregarse á diversiones y placeres para disipar con pensamienlos alegres el que ya comenzaba á fastidiarle. Pero y lo8 amigos? Esto de los amigos era cosa séria, porque, en Vez de una distraccion, podia encontrar en su compañía una contíoua reconvencion que exasperase su dolor, pues era muy probable que ya el conde Atilio hubiese tocado la trompeta, poniéndolos á todos en la expectativa. En mil partes le hubieran preguntado por la serrana, y á todos era necesario darles cuenta del negocio. Enterados de sus deseos y de sus tentativas, querrian saber el éxito. El empeño, aunque poco noblc, sería ya nolorio. Los caprichos no son fáciles de vencer; el caso es satisfacerlos, 6 quedar desairado. ¡Y cómo estaba su honor escarnecido por un paleto y un fraile? Dirian además que cuando una feliz casualidad habia quitado del medio al uno, y los buenos oficios de la amistad al otro sin trabajo del bobalicon enamorado, el tal bobalicon no habia sabido aprovecharse de esta coyuntura y levantaba el campo cobardemente. Con esto pensaba D. Rodrigo que no habria quien le mirase á la cara, ó que tendria que empuñar la espada á cada momento. Por otra parte, ¿cómo volver á morar en su pais, donde, prescindiendo de los punzantes recuerdos de la pasion, llevaria en la frente la mancha para él espantosa de haber sufrido un desaire, en un país en que se hubiera aumentado el odio público, y disminuido la opinion, y en donde en la cara de cada pillo se hubiera podido leer, áun entre los más humildes saludos, un bochornoso Buen chasco te llevaste, me alegro? El camino de la iniquidad es ancho, pero esto no quiere decir que sea cómodo, porque tiene sus grandes tropiezos y escabrosidadrs, y aunque sea cuesta abajo, no deja de ser en gran parte molesto y penoso.

A D. Rodrigo, que no queria salir de él, ni retroceder, ni detenerse, y que no podia ir adelante por si solo, bien le ocurria un modo con que poder salirse con la suya, y cra el de asociarse con cierta persona, cuyas manos llegaban