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cayó la labor de las manos, y se inmutó en términos, que la demandadera á estar más cerca lo hubiera advertido, pero se hallaba á la puerta con Inés, que, aunque turbada, no tanto que no pudiera contenerse, y esforzándose por no manifestar su turbacion, dijo que en un pueb!o pequeño todos se conocian, y que efectivamente ella conocia á Tramallino; pero dudaba que hubiese tomado parte en una cosa de aquella naturaleza, porque era un mozo quieto y honrado. Preguntó luégo si era cierto que se hubiese escapado, y si se sabía á dónde.

—Que se escapo, lo dicen todos; pero dónde no se sabe, y todavía puede ser que le atrapen: tambien puede estar ya fuera del país; mas como caiga vuestro mozo honrado y quieto...

Por fortuna llamaron á la demandadera, que se marchó sin concluir la frase; pero figúrese el lector comó quedarian la madre y la hija. Muchos dias estuvieron la pobre mujer y la desolada muchacha fatigando su imaginacion en semejante incertidumbre, discurriendo acerea de las causas, modo y consecuencias de tan deplorable acontecimiento, y comentando cada una para si 6 juntas en voz baja, cuando podian, aquellas terribles palabras.

Un juéves, por fin, llegó al convento un hombre preguntando por Inés. Era un pescador de Pescarénico que ordinariamente iba á Milan á vender su pescado, y el buen padre Cristóbal le habia encargado que pasando por Monza, se llegase al convento, saludase à las dos mujeres en su nombre, les contase lo que sabia de la triste ocurrencia de Lorenzo, y les recomendase la resignacion y la contianza en Dios, que él, aunqae indigno religioso, no se olvidaria de ellas en sus oraciones, y miéntras encontraba la oportunidad de ayudarles, les daria todas las semanas noticias suyas, por el mismo conducto ú otro semejante. Por lo que toca á Lorenzo, otra noticia positiva no supo dar el pescadero, sino la de las diligencias judiciarias practicadas en su casa, y de las indagaciones que se hicieron para pescarle, añadiendo que todas habian sido inútiles, pues ya se sabía que Lorenzo se habia acogido al territorio de Bérgamo.

No es necesario decir que esta seguridad fué un bálsamo prodigioso para el dolor de Lucia; de allí en adelante sus lágrimas corrian ménos amargas; halló más consuelo en los desahogos secretos que tenia con su madre, y en sus oraciones ordinarias mezclaba siempre una nueva accion de gracias al Señor.

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