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-iQué desgracia!-exclamó otra vez Inés casi llorando.-¿Cómo nos compondremos sin él? Era el que nos servía de padre; su ausencia es nuestra última ruina.

—Oiga usted, buena mujer. El padre Cristóbal era ciertamente un hombre de bien; pero sepa usted que tenemos otros que no le van en zaga; hombres caritatıvos, sabios y que saben tratar lo mismo con los señores que con los pobres. ¿Quiere usted hablar con el padre Anastasio? ¿Con el padre Jerónimo? ¿Con el padre Zacarías, 6 con el...?

—Dios me asista!-exclamó Inés con aquel tono de agradecimiento é impaciencia que se experimenta al oir una propuesta en que se nota más bien una buena voluntad que conveniencia.-A mí qué me importa que otro sea 6 no bueno, cuando falta el que sabía nuestros asuntos, y ya habia dado pasos para ayudarnos!

— Entónces no hay sino tener paciencia,-dijo fray Bernardino.

—Eso ya lo sé yo,-contestó Inés.-En fin, perdone usted la molestia.

—No hay de qué; lo siento por usted. Y por fin, si se determina usted á valerse de alguno de los padres que he nombrado, aquí está el convento que no se mueve. ¡Vaya usted con Dios! Ya presto nos veremos, pues no tardaré en ir á la euesta del aceite.

—iQuédese usted con Dios!-dijo Inés.

Y echó á andar para el pueblo, triste, desconsolada y llena de confusion; como el ciego que perdió el lazarillo.

Nosotros, algo mejor informados que fray Bernardino, podemos ahora decir lo que pasó. Apénas llegado á Milan el conde Atilio, fué á ver å su tio del Consejo secreto, como se lo habia ofrecido á D. Rodrigo. Era este Consejo una junta de trece personajes de capa y espada, á quienes consultaba el Gobernador general, y que reasumia provisionalmente el mando cuando éste faltaba. EI Conde tio, togado y uno de los más antiguos del Consejo, gozaba de algun crédito; pero no tenía igual en ostentarle y hacer que sonase fuera.

Empleaba para esto un lenguaje ambiguo, un silencio expresivo, unas reticencias á liempo, unas miradas como si dijera no puedo hablar, un esperanzar sin prometer, y un amenazar con desembarazo. Todo esto producia su efecto poco ó mucho, tanto, que hasta un nada puedo en este negocio, siendo á veces la pura verdad, pero dicho de un modo que no se le creyese, contribuia á aumentar su