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simo que me lo diga. Soy su superior, aunque indigno, y lo soy expresamente para corregir y remediar defectos.

—Diré; á la circunstancia desagradable de haber favorecido tan decididamente á la persona que he indicado, se agrega otra cosa no ménos desngradable, y que pudiera...

pero entre nosotros todo lo arreglaremos amigablemente; se agrega, digo, que el mismo padre Cristólbal se ha empeñado en chocar con mi sobrino D. Rodrigo.

—Eso, á la verdad, me desagrada mucho; sí, señor, lo siento sobremanera.

—Mi sobrino es jóven, vivo, sabe quién es; no está acostumbrado á que le provoquen.

—Subre este particular tomaré los más exactos informes. Vuestra señoría, con su conocimiento del mundo y su experiencia, sabe estas cosas mejor que yo: todos somos de carne y huesos, y todos estamos expuestos, como ya he dicho, á errar... así unos como olros... y en el caso de que nuestro fray Cristóbal haya errado...

—Esas son cosas, como decia ántes, que deben concluirse entre nosotros; que deben quedar sepultadas aquí, porque cuanto más se revuelven... es peor. Vuestra paternidad sabe lo que sucede... Estos piques, estos choques, á veces principian por una bagatela, y luégo llegan á donde no se podria creer. Calmar, cortar, reverendo Padre...

esto es lo que conviene. Mi sobrino es jóven; el religioso, segun tengo entendido, conserva todavia la viveza, las inclinaciones de un mozo; toca, pues, á nosotros, que tenemos nuestros añitos encima con harto sentimiento, ¿no es así, Padre reverendo? á nosotros, pues, nos toca tener juicio por los jóvenes, y cemponer sus muchaehadas.

Afortunadamente estamos aún en tiempo: la cosa no se ha traslucido; aún viene bien un buen «principiis obsta.»

I Apartar el fuego de la estopa. Muchas veces un hombre que no anda derecho, ó que puede ocasionar algun inconveniente en un paraje, pruela perfectamente en otro. Vuestra paternidad sin dada sabrá encontrar el nicho que convenga á ese religioso. Hay justamente la otra circunstancia de que ha excitado la desconfianza de quien pudiera desear que se alejase: y enviándolo á punto algo retirado, hacemos de un camino dos mandados; todo se arregla, 6 por mejor decir, nada hay perdido.

Desde el principio del razonamiento aguardaba el padre Provincial semejante conclusion: «;Ya! iya! decia entre sí, veo dónde vas á parar. Siempre lo mismo: cuando la toman con un pobre fraile, ó les incomoda, al momento,