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iniquidades del caballero sin nombre, por cuya razon soltó con tanta facilidad su palabra. Sin embargo, apénas se halló sólo, se arrepintió de haberla dado, impacientándose de su ligereza. Habia ya algun tiempo que sus fechorias le causaban, si no remordimientos, al ménos cierta desazon importuna. Las muchas que conservaba aglomeradas en su memoria,'más bien que en su conciencia, se le presentaban vivamente al comeler una nueva maldad, pareciéndole harto incómodo su recuerdo, y abrumándole su excesivo número, como si cada una agravase sobre su corazon el peso de las anteriores. Empezaba ya á sentir otra vez aquella repugnancia que experimentó al cometer los primeros delitos, y que vencida despues, habia dejado de importunarle por espacio de muchos años. Pero si en los primeros tiempos la idea de un porvenir indefinido y de una vida larga y vigorosa llenaban su ánimo de una confianza irreflexiva, ahora por el contrario, la consideracion de lo futuro era la que le presentaba más desagradable lo pasado.

¡Envejecer!... ;Morir!... Y luégo? ;Cosa admirable! La imágen de la muerte, que en un peligro inmediato, delante de un enemigo, aumentaba el animo de aquel hombre, añadiendo el valor á la ira, la misma imágen ofreeiéndosele durante el silencio de la noche, en la seguridad de su castillo, le causaba una extraordinaria consternacion, porque no era un riesgo que provenia de otro hombre tambien mortal, ni una muerte que pudiera repelerse con mejores armas y brazos más vigorosos, sino que venia por si sola, estaba dentro de sí mismo, y áun cuando tal vez se hallase lejana, se acercaba por momentos paso á paso: y euanto más se esforzaba por alejarla la imaginacion, se aproximaba más y más cada dia. En lcs primeros años, los ejemplares sobrado frecuentes, y el espectáculo incesante, digámoslo así, de violencias, venganzas y asesinatos, inspirándole una atroz emulacion, le servian al mismo tiempo de disculpa, y áun de autoridad para adormecer los clamores de su conciencia; pero ahora se despertaba en él de cuando en cuando la idea confusa, aunque terrible, de un juicio individual y de una razon independiente del ejemplo.

Por otra parte, el haberse distinguido de la turba vulgar de los malhechores, siendo solo en su especie, excitaba en su espíritu la idea de un espantoso aislamiento. Representábasele tambien la idea de Dios, aquel Dios de quien habia oido hablar, pero á quien desde tiempo muy antiguo no pensaba ni en negar ni en reconocer, ocupado úni-