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sencillez, pero sin dejar de manifestar admiracion, alegó inmediatamente para excusarse, todas las razones que la monja debia conocer y haber previsto por sf misma: es decir, el haber de caminar sola sin su madre, sin persona alguna que la acompañase, en un paraje tan solitario, y en país desconocido... Pero Gertrudis, aleccionada en una escuela infernal, manifestó disgusto é igualmente admiracion de encontrar tanta resistencia de parte de una persona á quien habia hecho tantos beneficios, y aparentó tener por vanas las disculpas, alegando el ser de dia claro, corta la distancia, el camino andado poco ántes por Lucía, y tan fácil, que con pocas señas no lo erraria cualquiera que jamás lo hubiese visto; y en fin, tanto dijo, tanto peroró, que la pobre Lucia, no ménos por encogimiento que por gratitud, dejó caer esta expresion:

—Y bien, ¿qué es lo que he de hacer?

—Véte al convento de los capuchinos (y aquí le dió de nuevo la Guardian, y le dirás que venga á verme al momento, sin dejar traslucir qne es á peticion mia.

—Y qué podré decir á la demandadera, que no habiéndome visto salir nunca, me preguntará dónde voy?

—Harás lo posible por salir sin que te vea; pero si no pudiese ser, le dirás que vas á tal iglesia, á que has prometido ir á rezar una estacion.

El mentir fué una nueva dificultad para Lucía; pero la señora se mostró tan afligida de su resistencia, le afeó tanto el que antepusiese un vano escrúpulo á la gratitud, que la infeliz muchacha, más atolondrada que convencida, y arrastrada sobre todo por las últimas palabras, respondió:

—Bien, iré; Dios me ayude.

Y echó á andar.

Cuando Gertrudis, que inquieta la seguia con los ojos desde la reja, la vió poner el pié en el umbral, impulsada por un sentimiento irresistible, llamó diciendo:

—Oye... Lucía.

Volvió ésta la cabeza, se acercó á la reja; pero ya el pensamiento dominante habia ocupado de nuevo la triste imaginacion de Gertrudis; la cual aparentando no estar bien satisfecha de las señas que habia dado á Lucía, le trazó otra vez el camino que debia seguir, y la despidió diciendo:

—Vaya, haz bien mi encargo y vuelve presto.

Salió Lucia sin ser vista, tomó el camino con los ojos del camino), har queal padre