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sobre el pecho y oró fervorosamente en su corazon, y sacando luégo el rosario, empezó á rezarle con más fe y devocion que nunca. Esperando de tiempo en tiempo haber alcanzado la divina misericordia, se volvia á suplicar otra vez á sus verdugos; pero siempre inútilmente. Volvia á perder el uso de los sentidos, y los recobraba luégo para padecer nuevas angustias. Pero ya nos falta el ánimo para continuar describiendolas más tiempo. La compasion nos apresura á que lleguemos al término de aquel viaje, que duró más de cuatro horas, y despues del cua! tendremos que pasar otras tambien de angustias. Trasladémonos, pues, al castillo, en donde aguardaban á la desgraciada.

Aguardábala el dueño con un interes y una suspension de ánimo no acostumbrado. ;Cosa particular! el que con espiritu imperturbable habia dispuesto de tantas vidas, y en todas sus fechorías siempre tuvo en nada las congojas que habia hecho sufrir, menos cuando alguna vez por espíritu de venganza se gozaba en ellas, ahora a! cometer este atentado contra una miserable aldeana, experimentaba cierta especie de repugnancia, de disgusto, y áun pudiéramos decir de miedo.

Habia algun tiempo que desde una ventana de las más altas del castillo estaba en acecho mirando hácia la entrada del valle, cuando apareció el coche, que venía con mucha lentitud, porque la primera carrera á galope tendido habia debilitado la fuerza de los caballos. Aunque desde la altura en que estaba en observacion, parecia el coche uno de aquellos de carton con que se entretienen los muchachos, le conoció inmediatamente, sintiendo en su corazon nuevos y más fuertes latidos.

—Si vendrá en él?-dijo para sí.-Cómo me fastidia el asunto de esa mujer! Voy á desembarazarme de semejante encargo.

Y ya se disponia á llamar á uno de sus satélites para que llegándose al coche mandase al Gavilan que diese la vuelta y condujese á Lucía al castillo de D. Rodrigo; pero cierta voz imperiosa que tal pensamiento. Sin embargo, no pudiendo resistirse al ánsia de mandar alguna cosa, y fastidiado de estar aguardando ociosamente el coche, que se acercaba con una lentidud que para él tenía accidentes de molestia, llamó á una vieja que tenía en su casa.

Hija ésta de un antiguo conserje del castillo, habia nacido en él, y allí habia pasado toda su vida. Lo que desde su nacimento habia visto y oido la habia hecho forsonó en su interior le hizo esist