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mar un concepto asombroso y terrible del poder de sus amos, y la máxima principal que le habian inspirado la educacion y el ejemplo, era la de que convenia obedecerlos en todo y por todo, porque podian hacer mucho mal y mucho bien. La idea de obligacion depositada como gérmen en el corazon de los hombres, desenvolviéndose en el suyo á par que las de un respeto, un temor y una codicia servil, se habia identificado en ella con estos sentimientos. Cuando su amo, despues de entrar en posesion de sus bienes, empezó á hacer de ellos aquel uso espantoso que hemos visto, experimentó la mujer al principio cierta repugnancia acompañada de un sentimiento nás profundo de sumision. acostumbrándose con el tiempo á lo que diariamente veia y oia; por manera que la voluntad tirme y desenfrenada de aquel poderoso era para ella una especie de fallo de la justicia. Casóse en edad madura con uno de los criados de la casa, el cual!, habiendo salido muy luégo á una expedicion peligrosa, quedó en la estacada, dejando sus huesos en una encrucijada y á la mujer viuda en el castillo. La venganza que tonió su amo en aquella ocasion fué para ella un consuelo feroz, y aumentó su vanidad por hallarse bajo tan poderosa proteccion.

Desde entónces salia raras veces del castillo, y poco á poco de todas las ideas humanas no le quedaron más que las que recibia en aquel paraje. No estaba destinada á ocupacion alguna particular, pero entre aquella caterva de satélites, ya uno, ya otro le daba que hacer á cada instante, y esto era lo que la mortificaba. Ya tenia que re:mendar trapos, ya que preparar apresuradamente la comida para los los que solian volver de alguna expedicion, y ya heridos que curar. Los urgentes mandlatos de aquella canalla, sus reconvenciones, y hasta las expresiones de agradecimiento iban siempre acompañadas de improperios y apodos, siendo el usual el de vieja con el apéndice que siempre le añadian, y que variaba segan las eireunstancias y el humor del que hablaba. Incomodada la mujer en su pereza, y provocada en su cólera, que eran sus dos pasiones predominantes, pagaba á veces semejantes cumplimientos con expresiones en que Satanas hubiera encontrado más rastros de ingenio que en las de sus provocadores.

—;Ves allá abajo aquel coche?-le dijo su amo.

—Bien le veo,-contestó la vieja, sacando afuera la afilada barba y violentando los ojos, como si hubiese querido hacerlos salir de sus órbitas.

—Ba, pues, haz que al momento dispongan una litera;