Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/286

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 274 —

gado arriba, «ven acá», le dijo su amo, y precediéndole, entró, y se metió en una pieza del castillo.

Y bien?-dijo, parándose en ella.

—Todo á pedir de boca,-contestó el Gavilan bajando la cabeza.-El aviso á tiempo; la mujer á tiempo; nadie en el camino; un grito sólo al que nadie acudió; el cochero listo; los caballos á escape; ningun encuentro; pero...

—¿Pero qué?

—Pero... digo la verdad, hubiera preferido que se me hubiera mandado darle un tiro por detras, sin verla, sin oirla hablar.

—¿Cómo, cómo? ¿Qué dices?

—Digo que en todo el camino... ¡Vaya, me ha causado muchisima compasion!

—¿Compasion?... ¿Qué entiendes tú de compasion? ¿Qué es compasion?

—Nunca lo he entendido como esta vez. Es una cosa así á la manera de miedo. Si uno deja que se apodere de él, ya no es hombre.

—Oigamos un poco cómo ha hecho para moverte á compasion.

—jAh, señor excelentísimo! Tanto tiempo llora que te lora; quedarse blanca, blanca como una muerta, luégo sollozar, poner ciertos ojos... Volver á llorar diciendo tales palabras... ¡Vaya qué palabras!...

—No la quiero en mi casa,-decia entretanto para sí el señor del castillo:-no la quiero. En mala hora me he comprometido; pero ya he dado mi palabra... en fin, la he dado... Cuando ya csté léjos...

Y levantando la cara en ademan imperioso hácia el Gavilan, le dijo:

—Ea, pues, deja á un lado tu compasion, monta á caballo, llévate un compañero 6 dos, si quieres, y echa á andar, y no pares hasta llegar al castillejo de aquel D. Rodrigo... ya sabes... Díle que envie inmediatamente, ¿estás? inmediatamente, porque si no...

Pero un nó interior más poderoso que el primero le impidió concluir.

—No,-dijo con tono resuelto como para expresarse á sí mismo la órden de aquella voz secreta;-no, véte á descansar, y mañana por la mañana harás lo que yo te diga...

—jAlgun demonio tiene esta mujer en su favor!-decia entre sí, hallándose ya solo, y de pié con los brazos cruzados, y la vista clavada en un punto del suelo, en donde entrando por una ventana alta los rayos de la luna, desig-