Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/288

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 276 —

Animada por el mismo terror, se puso la infeliz inmediatamente de rodillas, y juntando las manos como si se p0strara delante de una imágen, levantó los ojos hácia el caballero, y bajándolos al instante, dijo:

—Aquí estoy, máteme vuestra señoría.

—He dicho que no trato de hacerte daño,-respondió el señor del castillo con voz más blanda, al ver sus facciones alteradas con la afliecion y el miedo.

—Animo, ánimo,-decia la vieja:-si el mismo señor te asegura que no quiere hacerte daño.

—Y por qué,-contestó Lucía, con una voz en que, entre el temblor del sobresalto, se advertia la firmeza de la desesperacion;-por qué vuestra señoria me hace sufrir las penas del infierno? ¿Qué le he hecho yo?

—¿Has sido acaso maltratada? dímelo.

Qué más maltratada que haberme aprisionado á traicion por fuerza? ¿Y por qué? ¿por qué me han detenido? ¿por qué estoy aquí? qué sitio es este? ¿qué les he hecho yo? yo soy una desgraciada. ¡Por amor de Dios!...

—Dios! ¡Dios!- Dios. Los que no pueden defenderse por sí, ni lienen fuerza para ello, siempre tienen á ese Dios en la boca, como si le bubiesen hablado. ¿Qué pretendes con esa palabra? hainterrumpió el caballero;-siempre cerme...

Y dejó la frase sin concluir.

—Yo pretender? ¡Ah, señor! yo, infeliz de mi, ¿qué puedo pretender sino que vuestra señoria use conmigo de misericordia? ¡Perdona Dios tantas culpas por una obra de misericordia! Déjeme vuestra señoría, déjeme en cafidad que me vaya... Ved, señor, que habeis de morir, y tendreis gran sentimiento de haber hecho padecer tanto å una pobre criatura. Vuestra señoría, que puede mandarlo, digales que me dejen. Aquí me han traido por fuerza... Que me encierren otra vez con esa mujer, y que me lleven donde está mi madre. ¡Ay, Virgen bendita! ¡mi pobre madre! quizá no es á alguna iglesia: yo rogaré á Dios por vuestra señoría. ¿Qué le cuesta decir una palabra?... Me parece que vuestra señoría se mueve á compasion. ¡Cuántas cosas no perdona Dios por una obra de misericordia!

—-Ah! ¿por qué no será hija de alguno de los que me han desterrado?-decia entre sí el señor del castillo,-de alguno de aquellos malvados que quisieran verme muerto? que ahora me gozaria en su afliccion, y no que en su lugar...

léjos de aquf. Mande vuestra señor que me lleven