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--No se resista vuestra señoría á una buena inspiracion,-continuaba con fervor Lucía, algo más alentada al ver ciertas señales de perplejidad en el semblante de su tirano...-Si vuestra señoría no me hace esta merced, me la hará el Señor quilándome la vida, y todo para mí se acabará. Quizá algun dia... pero no, no: que yo siempre rogaré al Señor que le preserve de todo mal. ¿Qué os cuesta pronunciar .una palabra? Si vuestra señoria experimentase las angustias que yo paso...

—Vaya, consuélate,-interrumpió el caballero con cierta dulzura que dió en qué pensar á la vieja.-Te he hecho yo por ventura algun mal? te he amenazado?

—jAh, no señor! veo que vuestra señoría tiene buen corazon, y se compadece de esta pobre. Si vuestra señoría quisiera, podria hacerme más mal que otro alguno... porque podria hacer que me matasen; pero en su lugar, me ha consolado. ¡Dios se lo pague! Corone, pues, vuestra señoría la obra, y póngame en libertad.

— Mañana por la mañana...

¡Ah, no señor! ahora, ahora.

—Te digo que mañana por la mañana nos veremos: entretanto, consuélate y descansa. Debes tener falta de alimento; ahora os traerán de comer.

—jAh, señor! yo me muero si álguien entra aquí. Llevadme á alguna iglesia; Dios os tendrá en cuenta los pasos que diereis.

—Una mujer será la que venga,-dijo el señor del castillo, y diciéndolo quedó admirado él mismo de ver cómo le habia ocurrido semejante recurso, y cómo se habia visto forzado á buscar un medio para alentar á una despreciable mujercilla.-Y tú-continuo volviéndose á la vieja-anfmala á que coma alguna cosa, méteia en la cama para que descanse: si no la incomoda tu compañía, bien, y si no, podrás pasar una noche en el suelo: consuélala, y cuidado que la incomodes.

Diciendo esto, se dirigió á la puerta. Lucía corrió tras de él para detenerle, pero ya habia marchado.

—¡Desgraciada de mi!-exclamó.-Cierre usted presto la puerta;-y en cuanto oyó dar una hoja con la otra y correr el cerrojo, se volvió á su rincon.-iAy desgraciada de mí!-exclamó de nuevo sollozando.-A quién me dirigiré ahora? ¿Digame usted en caridad dónde estoy? ¿Quién es ese señor, ese que me ha hablado?

—¿Quién es? ¡Hola! ¡quisieras que yo te lo dijera!...

¡Yo!... Aguárdate un poco. ¡Hola! ¿porque te protege te