Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/294

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 282 —

| samientos, resoluciones y proyectos aumentaron su inquietud y disgusto. Causábale tedio todo cuanto le rodeaba, y lo único en que encontró algun alivio fué en acordarse que el dia siguiente podia poner en libertad á la desgraciada Lucía.

—Sí, la dejaré en libertad en cuanto amanezca; iré al cuarto, y le diré véte. Tambien haré que la acompañen...

¡Y mi promesa?... ¡Y mi compromiso?... Y D. Rodrigo? A manera de quien se halla sorprendido por una pregunta inesperada y embarazosa de un jefe, pensó el señor del castillo en contestar á las que él mismo acababa de hacerse, ó por mejor decir, era el hombre antiguo, que pensaba en responder al hombre nuevo, constituido de improviso su juez.

Buscando en su mente las razones por que casi sin ser suplicado se ofreció á hacer penar sin odio ni motivo á una infeliz, sólo por servir á D. Rodrigo, con quien no tenía más relaciones que la analogía de perversidad, léjos de encontrar una sola plausible, las hallaba para admirarse de haberse tan fácilmente comprometido. Vió que aquella resolucion no fué el resultado de una deliberación, sino un movimiento instantáneo del ánimo obediente á los sentimientos antiguos y habituales, y conseeuencia de mil hechos anteriores; y buscando este hombre la causa de un hecho sólo, se vió engolfado en el exámen de toda su vida, exámen que le condujo á tal punto de desesperacion, que echó mano á una de las pistolas que siempre tenía á la cabecera de la cama, con ánimo de quitarse la vida. Detúvole instantáneamente un confuso tropel de reflexiones acerca de lo que sucederia despues de su muerte, de lo que hablarian sus enemigos, con otras de igual naturaleza, y absorlo en ellas, le ocurrió un nuevo pensamiento.

—Si la otra vida-dijo para sí-de que me hablaban cuando era niño, y de que todavía se habla, es una invencion de los curas, ¿por qué afligirme? ¿por qué morir? ¿qué importa todo lo que he hecho? ¿qué locura es la mia?... ¿Y si la hay?...

Con esta duda, con este riesgo se apoderó de él mayor desesperacion, y tanto mayor cuanto ni con la muerte podia librarse de ella. Cayósele la pistola de la mano, y se hallaba en un estado de frenesi imponderable, cuando le vinieron á la memoria estas palabras que pocas horas ántes habia oido: /Cuintas cosas no perdona Dios por una obra de misericordia! Y no le vinieron á la memoria con aquel tono de humilde súplica con que se profirieron, sino