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| conservan en la biblioteca fundada por él, y se reducen á tratados de moral, oraciones, disertaciones de historia, de antigüedad sagrada y profana, de literatura, de artes y otras.

{Y cómo es, podrá decir el mismo lector, que tantas obras se han olvidado, 6 por lo ménos casi no se conocen, ni se buscan? ¿Cómo es que, con tanto ingenio, tanto estudio, tanto conocimiento de los hombres y de las cosas, "tanta meditacion, tanto amor á lo bueno, á lo bello, tanto candor y tantas otras calidades que forman al escritor célebre, éste, con cien obras, ni una sola ha dejado de las que tienen por famosas los mismos que no las aprueban en todas sus partes, y que conocen por su titulo áun los que no saben leer? La pregunta es raçional sin duda, y la cuestion importante, porque las razones de semejante fenómeno se hallan, 6 por lo ménos es necesario buscarlas en muchos hechos generales, y encontradas luégo, nos llevarian á la explicacion de otros varios fenómenos semejantes; pero estas razones serian muchas y prolijas, y quizá no merecerian la aprobacion de todos: por lo tanto, será mejor volver á coger el hilo de nuestra historia, y en lugar de hablar más de este grande hombre, vamos á verle en accion en el capítulo que sigue.

CAPÍTULO XXIII.

Miéntras llegaba la hora de ir á la iglesia para celebrar los divinos oficios, estaba el Cardenal estudiando, como lo tenía de costumbre en los ratos perdidos, cuando entró el Capellan secretario, quien, con.una cara mustia y desconsolada, dijo:

—Una visita extraña y muy extraña, monseñor ilustrisimo.

—¿Quién es?-preguntó el Cardenal.

—Nada ménos que el caballero**,-contestó el Capellan, y recalcando las sílabas con mucho retintin, pronunció aquel nombre que nosotros no podemos trasladar á nuestros lectores.-Aquí fuera está,-prosiguió el Capellan,-y pide licencia para presentarse á usia ilustrísima.