Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/307

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 295 —

-Cómo? iél mismo en persona?-dijo el Cardenal con tono animado; y cerrando el libro, se levantó diciendo:- que éntre, que éntre al instante.

—Pero...-replicó el Capellan sin moverse.-Sabe usfa ilustrísima quién es? Aquel pregonado... tan famoso...

—Y no es una fortuna para un obispo-dijo el Cardenal-el que á semejante sujeto se le haya antojado venirle á ver?

—Pero...-insistió el Secretario:-nosotros no podemos bablar de ciertas cosas porque su señoría ilustrisima las califica de tonterias; mas cuando llega el caso, creo que estamos obligados... El celo, señor ilustrisimo, granjea enemigos; y nosotros sabemos, á no dudarlo, que más de un perverso se ha jactado de que un dia ú otro...

¿Y qué han hecho?-interrumpió el Cardenal.

—Digo, señor ilustrisimo,-prosiguió el Capellan,-que ése es un asesino cargado de crimenes, un desalmado que tiene relaciones con los más furiosos de sp clase, y que pudiera muy bien ser enviado...

—Vaya! no comprendo-interrumpió de nuevo el Cardenal senriéndose-qué especie de disciplina es esta de inducir los soldados al general á que tenga miedo.

Revistiéndose luego de gravedad, prosiguió:

—San Cárlos no hubiera titubeado un momento en admitir á semejante hombre: al contrario, hubiera salido á recibirle. Que éntre, pues, al momento, que ya demasiado ha estado aguardando.

El Capellan echó á andar diciendo entre sí:

—No hay remedio, todos estos santos son tercos.

Abierta la puerta y asomándose á la sala en donde se hallaban cl caballero y los demas, vió que todos los clérigos estaban reunidos en un punto cuchicheando y mirando al soslayo al mismo caballero que habian dejado solo en un lado.

Dirigióse hácia el, y mirándole entretanto con disimulo de arriba abajo, iba pensando qué diablo de armas podia llevar debajo de aquel gaban, y que á la verdad ántes de introducirle debia por lo ménos proponerle... pero no supo determinarse. Acercósele, pues, y le dijo:

—Su ilustrísima le aguarda: sirvase usted venir conmigo.

Y precediéndole entre aquellos concurrentes que iban abriéndole paso, miraba á derecha é izquierda de un modo que parecia quererles decir: Qué quereis que haga? Ya sabeis que no hay quien le apee.

Con esto abrió el Capellan la mampara é introdujo al ca-