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modales, y contento con que el Cardenal hubiese sido el primero en romper la valla, y hubiese empezado de cualquier modo la conferencia.

—Cierto, merezco una reconvencion,-replicó el Cardenal,-por haber dejado que os anticipaseis, cuando hace tiempo que yo podia, 6 por mejor decir, debia haber ido muchas veces á visitaros.

—A visitarme! ¿Y sabeis quién s8oy? ¿Os han dicho mi nombre?

—Este consuelo que experimento, y que se trasluce en mi rostro, ¿pudiera yo experimentarle al ver una persona que no conociera? Vos sois quien me le infunde, vos á quien hubiera debido buscar hace tiempo, á quien he amado tanto, y por quien tanto he llorado y he dirigido mis súplicas al cielo. Vos, que sois uno de mis hijos á quien más amo, á quien hubiera deseado acoger y abrazar, si bubiera podido esperarlo. Pero Dios, sólo Dios, es quien sabe hacer milagros, y suplir las debilidades y descuidos de sus pobres siervos.

Atónito estaba el caballero al ver aquel modo de hablar tan inflamado, y al.oir aquellas palabras que respondian tan decididamente á lo que él aún no habia dicho, ni áun habia determinado decir, y conmovido, no ménos que turbado, guardaba silencio.

—Y bien?-prosiguió afectuosamente el Cardenal:- įteneis alguna buena noticia que darme? ¿por qué me la reiardais?

—jUna buena noticia! Yo? ¿Que buena noticia podré daros teniendo el infierno en el corazon? Decidme, si lo sabeis, ¿qué buena noticia puede dar un hombre como yo?

—Que Dios le ha tocado en el corazon, y quiere hacerle suyo,-respondió inmediatamente el Cardenal.

—¡Dios! ¡Dios!... Si le viera... si le oyera... ¿Dónde está ese Dios?

—Vos me lo preguntais? ¿vos? Y quién le tiene más cerca? ¿No lo sentis en el corazon? No conoceis que le agita, que le oprime, que le inquieta, y que al mismo tiempe le llama y le infunde una viva esperanza de tranquilidad, de consuelo, y de un consuelo que será inmenso, completo, en cuanto le reconozcais, le confeseis y le imploreis?

—Sí, ciertamente, siento una cosa que me oprime, que me molesta. ¡Pero Dios! si le hay, ese Dios, si es como dicen, ¿qué quereis que haga de mi? Pronunció el caballero estas palabras con tono de deses-