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| —Y ese que se ha vuelto bueno, quién es?-preguntó Lucía.

—¿Cómo? no lo sabe usted?-contestó la mujer, y le nombró.

—iVálgame Dios!-exclamó Lucía.-Cuántas veces he oido con horror repetir ese nombre en muchas historias en que hacía el mismo papel que en otras Neron? Y al pensar que habia caido en sus manos, que habia estado en su poder, que se veia libre de sus garras, y le encontraba ahora tan convertido, no dejaba de exclamar:

—iVálgame Dios! ¡válgame Dios!

—-Es verdaderamente un gran beneficio el que el Señor nos ha hecho,-prosiguió diciendo la buena mujer.-Será una felicidad para medio mundo. Da miedo pensar lo aterrorizado que tenía á todo el país... Y ahora, segun me ha dicho el señor Cura (bien se le ve en la cara), se ha vuelto santo: y ya lo dicen sus obras...

Decir que la buena mujer no tenía gana de saber algo más por menor la aventura en que ella tambien hacía algun papel, sería no decir la verdad; pero es necesario I confesar para su gloria, que, detenida por la compasion respetuosa con que miraba á Lucía, y penetrada de la gravedad y dignidad de su encargo, no pensó siquiera en hacerle la más mínima pregunta; y así todas las palabras, durante el camino, sólo se redujeron á animarla, consolarla y manifestarle el mayor interes.

—jSabe Dios-le dijo-cuánto tiempo habrá que usted no ha comido!

—Ni siquiera me acuerdo; seguramente hace tiempo.

—iPobrecilla! tendrá usted necesidad de confortar el estómago.

—-Sí,-respondió Lucía con voz débil.

—En mi casa, gracias á Dios, encontraremos al instante alguna cosa. Anímese usted, que ya estamos cerca.

Lucía se recostaba luégo en el fondo de la litera como adormecida, y la buena mujer la dejaba descansar.

Por lo que toca á D. Abundo, la vuelta no era para él tan penosa como la ida; sin embargo, no fué éste tampoco un viaje de diversion. Apénas se le pasó el furioso miedo que concibió al principio, empezaron á acometerle otros cuidados, del mismo modo que cuando se arranca de raiz | un árbol, queda por algun tiempo desembarazado y limpio el terreno, pero luégo no tarda en llenarse de hierba.

Como ya no le preocupaba aquel terror, sentia más las