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adónde hubiera podido llegar. Por lo demas, era de la mejor pasta del mundo. Habiéndose hallado presente cuando el Cura llamó á su esposa para aquella caritativa diligencia, no sólo dió su aprobacion, sino que, á ser preciso, hubiera ayudado con ruegos é instancias, y ahora que la funcion, la pompa y el concurso, y sobre todo el sermon del Cardenal, habian exaltado, como suele decirse, sus buenos sentimientos, volvia á su casa con ansia de saber las resultas del suceso, y de encontrar ya libre á la pobre muchacha.

—Aquí la tienes,-le dijo su mujer al verle entrar, se- õalando á Lucía, la cual poniéndose colorada, se levantó del asiento y empezó con labio balbuciente á expresar su gratitud.

Pero el buen hombre se acercó á ella con semblante halagüeño, é interrumpiéndola, le dijo:

—¡Bien venida seas! Por ti viene á esta casa la bendicion del cielo. ¡Cuánto nie alegro de verte en ella! No me quedaba duda de que llegarias á buen puesto, porque jamás se ha visto que el Señor haya empezado un milagro sin acabarle. ¡Pobre jóven! ;Gran gusto tengo en verte aquí! Este es verdaderamente un prodigio.

Y no se crea que fuese el único que por haber leido tantas vidas de santos, calificase de milagro aquel acontecimiento. En todo el lugar y en el contorno de muchas leguas no se habló de él en otros términos miéntras duró su memoria; no siendo á la verdad extraño, en vista de las consecuencias que tuvo, el que las gentes sencillas juzgasen de aquella manera.

Acercóse despues el buen hombre á su mujer, que estaba apartando de la lumbre el perolito, y le preguntó en voz baja:

—iQué tal salió la intentona?

—Muy bien; ya te lo contaré luégo.

—Si, si, cuando estemos despacio.

Puesta por fin la mesa, tomó el ama de la mano á Lucía, la sentó junto á sí, y cortando un alon de la gallina se lo puso delante. Colocóse al otro lado su marido, y ambos animaban á su abatida y vergonzosa huéspeda á que comiese sin empacho. Despues de los primeros bocados empezó el sastre á razonar entre las interrupciones de los chicos, que comian en pié alrededor de la mesa, los cuales demasiadas novedades habian visto para hacer el papel de meros oyentes. Describia el padre las solemnes ceremonias, pasaba luégo á hablar de la milagrosa conversion;