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trama, ni una ni otra pudieron ménos de creer que fuese D. Rodrigo.

—jAh, desalmado! ¡Hombre perverso!-exclamaba Inés:

—tambien le llegará la suya, y el Señor le pagará sus obras. Entónces verá...

—No, madre, no,-interrumpió Lucfa.-No le desee usted mal ninguno: no, ni á él, ni á nadie. ¡Si supiera usted lo que es padecer! ¡Si lo hubiese experimentado! Roguemos más bien por él, pidiendo á Dios que le toque en el corazon, como lo ha hecho con ese otro pobre caballero, que dicen que era peor, y abora es un santo.

La repugnancia de Lucía á renovar memorias tan penosas y recientes, fué parte para que más de una vez suspendiera su relacion, faltándole en várias ocasiones el ånimo para continuarla. Por fin, despues de muchas lágrimas volvió á tomar el hilo á duras penas, aunque por diferente sentimiento hubo de suspenderle en cierto paso, á saber, el del voto. El temor de que su madre la tachara de precipitada ó imprudente, 6 de que, como en el asunto del casamiento, sacase á colacion alguno de sus registros de ancha conciencia, 6 bien porque, como mujer sencilla, en el hecho de confiar á álguien su secreto, áun cuando sólo fuese para tomar parecer, diese márgen á que se divulgase, cosa que hasta en idea la avergonzaba y llenaba de rubor: todos estos motivos juntos la decidieron á callar aquella circunstancia importante, proponiéndose consultar primero con el P. Cristóbal. Mas cómo se quedó, cuando, preguntando por él, supo que le habian enviado á un país remoto, cuyo nombre no supo individualizar su madre!

—Y Lorenzo...-dijo Inés.

—Está en paraje seguro: ¿no es verdad? - exclamó Lucía.

—Es cierto, sin duda, porque todos lo dicen. Parece ser que paso á territorio de Bérgamo; pero el pueblo de su residencia no se sabe de fijo, y él hasta la presente hora no ha dado á nadie razon de su persona. Preciso es que no haya encontrado ocasion oportuna.

—jÅb! ¡Si eslá en paraje seguro,-dijo Lucía,-loado sea el Señor! Y procuraba mudar de conversacion, cuando fué interrumpida por una novedad inesperada, á saber, la presencia del Cardenal-arzobispo.

Vuello éste de la iglesia donde le dejamos, supo de boca del caballero sin nombre la libertad de Lucía. Estando ya entónces puesta la mesa, se sentó á ella, colocando á su