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-j0h, señor! de esos no faltan en tiempos tan fatales, áun cuando uno hace cuanto puede...

—Haced que los vista de mi cuenta, y pagádselo sin mezquindad, que yo abonaré el importe. A la verdad, este año me parece robado cuanto no se emplea en pan; pero esto es un caso de excepcion.

No queremos acabar aquf la historia de aquel célebre dia, sin contar brevemente cómo le dió fin el señor del castillo.

La noticia de su conversion le habia precedido en todo el valle, en el cual habia causado asombro, curiosidad, disgusto y murmuraciones. A los primeros bravos que encontró en el camino les hizo seña de que le siguiesen, y así consecutivamente á los restantes. Seguíanle todos con ánimo suspenso, pero con la misma sumision; así llegó á su castillo con gran acompañamiento. Hizo tambien seña á los de la pueria para que entrasen con los demas en el primer patio, donde sin apearse dió un terrible grito, que servia de señal á fin de que acudiese todo el mundo. En un instante aparecieron cuantos estaban diseminados por la casa, quedando todos en silencio mirando al amo de hito en hito.

—ld al salon grande y aguardadme allí,-les dijo, manteniéndose á caballo viendo cómo salianapeóse luégo, condujo por sí mismo la mula á la cuadra, y se dirigió al salon en que le esperaba aquella buena gente.

Al presentarse, cesó de golpe el murmullo, y todos los bravos, que serian como unos treinta, se apiñaron á un extremo de la sala, dejando al amo un gran espacio libre.

Levantó el caballero la mano, como para mandar que no se perturbase el silencio que impuso su presencia, y alzando la frente, que sobresalia por encima de todos ellos, habló de esta manera:

—Escuchadme, y ninguno me interrumpa miéntras yo no le pregunte. Hijos, la senda por donde hemos caminado hasta ahora conduce al infierno. Esto no es reconvencion, la cual poca fuerza tendria en mi boca, porque soy el peor de todos; pero escuchad lo que tengo que deciros. La misericcrdia de Dios me ha llamado á mudar de vida, y la mudaré ciertamente, 6, por mejor decir, ya no soy el que era: hágalo así el Señor cGn todos vosotros.

Sabed, pues, y no lo dudeis, que estoy resuelto á morir mil veces, ántes que obrar contra su ley santa. Revoco las órdenes criminales que he dado á cada uno de vosotros; ya me comprendeis: léjos de eso, os mando que nada se eje-