Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/339

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 327 —

cute de cuanto estaba dispuesto, y tened igualmente por seguro que nadie podrá bacer mal, fiado en mi proteccion, de aquí en adelante. Al que quiera permanecer aquí con estas condiciones, le miraré como hijo, y me tendré por feliz, cuando el último pan de mi casa sirva para alimentar al último de vosotros, quitándomelo yo de la boca.

Al que no se conformare le daré lo que le corresponda de su salario, y además una gratificacion, á fin de que se vaya cuando quiera: en la inteligencia que no ha de volver á poner los piés aquí, sino para mudar de vida, en cuyo caso será siempre recibido con los brazos abiertos. Para meditarlo teneis toda esta noche; mañana os llamaré uno por uno, sabré vuestra resolucion, y os intimaré nuevas órdenes. Por ahora, cada cual ocupe su puesto, y Dios, que se ba dignado ser para mí tan misericordioso, os ilumine.

Calló él, y callaron todos. Por grande que fuese el tropel de pensamientos que bullia en aquellas cabezas, ninguno salió al semblante. Estaban acostumbrados á considerar la voz de su amo como la manifestacion de una voluntad contra la cual era inútil luchar, y aunque aquella voz anunciaba que ya la voluntad era otra, no daba å entender que se hubiese debilitado su energia. A ninguno le pasó siquiera por el pensamiento que, por haberse convertido su señor, pudiera subírsele á las barbas, y replicarle como á otro hombre. Veian en él á un santo, pero de aquellos que se pintan con la frente erguida y la espada en la mano, No todo era temor: tenianle además (especialmente los que habian nacido en sus dominios, que era la mayor parle) el respecto de vasallos, y todos le miraban con cierto afecto fundado en admiracion, por manera que en su presencia se hallaban sobrecogidos de aquella especie de cortedad que engendra el hábito delante de un superior reconocido por tal desde la niñez. Es cierto que no les eran gratas sino repugnantes las cosas que acababan de oir, pero tampoco nuevas ni extrañas para su entendimiento. Mil večes se habian burlado de ellas, no porque no las creyesen, sino por evitar y rechazar con las burlas la impresion incómoda que les causaba su recuerdo, y el miedo que les hubiera infundido su séria meditacion; y el ver ahora en el ánimo de su señor los efectos de aquel mismo miedo no dejó de hacerles mella más ó ménos durable. Agrégase á esto que los que fuera del valle supieron tan gran novedad, fueron testigos del júbilo y entusiasmo del pueblo, y de la veneracion que de improviso s3 granjeó su señor entre las