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gentes, en vez del odio y del terror que ántes excitaba su nombre.

Con esto estaban aturdidos é indecisos, renegando en su interior los unos, cavilando los otros sobre el rumbo que podrian tomar en adelante; estos meditaban si tendrian esfuerzo y conformidad para ser hombres de bien; aquellos se inclinaban á serlo. Otros, por último, trataban de ganar tiempo prometiéndolo todo, á trueque de quedarse á comer un pan ofrecido con tanta cordialidad, y tan dificil de encontrar en aquella época, con ánimo de seguir despues el camino que más les conviniese. Ello es que ninguno chistó, y asi que el caballero, concluida su plática, alžó la mano en señal de despedida, tomaron todos la puerta tan quietos y sosegados como una manada de corderos. Salió tras ellos el amo, y puesto en medio del patio, observó á la vislumbre que cada cual se encaminó á su puesto sin hablar palabra. Subió despues á su aposento, y tomando una linterna, reconoció las entradas y salidas, los corredores y patios, en suma, todo el castillo, y cuando vió que en todas partes reinaba el sosiego y el silencio, se fué á dormir, porque á la verdad tenía sueño.

Ejercitado toda su vida en tomar sobre sí negocios intrincados y urgentes, jamás tuvo tantos como ahora, y sin embargo tenía sueño. Los remordimientos que tanto le habian acosado la noche anterior, léjos de disminuirse le punzaban con más fuerza, y sin embargo tenía sueño. El órden y gobierno establecido8 por tantos años en aquel castillo estaban expuestos á un trastorno. La sumision ilimitada de sus satélites, su fidelidad y su disposicion á obedecer ciegamente su voluntad, en que por tan largo tiempo descansaba, no le ofrecian ya la antigua confianza. El mismo acababa de introducir en su propia casa la incertidumbre, y quizá la confusion, poniendolo todo en contingencia: y sin embargo tenía sueño. Entr6, pues, en su cuarto, se acercó al lecho mismo en que tanta inquietud habia padecido la última noche, y se arrodilló á su cabecera ansioso de rezar. Hall6, en efecto, en un escondrijo de su memoria las oraciones que le enseñaron en su niñez, y aquellas palabras, tantos años olvidadas y oscurecidas, fueron desarrollándose poco á poco unas tras otras.

En este ejercicio encontraba un conjunto de afectos indefinibles, cierta dulzura en volver á los hábitos de la inocencia, cierta exacerbacion de dolor al contemplar el abismo de crímenes y desdichas que mediaba entre aquel tiempo y el presente, un vivo anhelo por conseguir con