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obras de expiacion una conciencia nueva y el estado más inmediato á la inocencia que ya no le era dado recobrar, y últimamente una gratitud y una confianza ilimitada en la misericordia de Dios, con cuyo auxilio esperaba llegar á tan feliz término, y de la cual tenía ya tan calificadas pruebas. Levantóse despues, se acostó en su cama, y se quedó profundamente dormido.

De esta manera tuvo fin aquel dia, cuya celebridad duraba aún cuando apuntaba estas noticias el aulor anónimo de quien las hemos tomado, y que, á no ser por él, quedaran perdidas en el olvido, puesto que Rívola y Ripamonti, ya citados, se contentan con decir que aquel tirano tan famoso, despues de una conferencia que tuvo con el cardenal Federico Borromeo, mudó enteramente de vida con asombro de todo el mundo. Y tantos son por ventura los que han leido estos dos autores? Ménos sin duda que los que han de leer esta historia. Y quién sabe si algun curioso que tuviese habilidad y deseo de hallarla, encontraria en aquel valle alguna remota y oscura tradicion de este suceso? ;Desde entónces acá sou tantas y tantas las cosas que han pasado!

CAPÍTULO XXV.

El dia siguiente, en el lugar de Lucía y en todo el distrito de Lecco, no se hablaba de otra cosa sino de ella, del caballero anónimo, del Arzobispo y de otro sujeto que, aunque se complacia en que su nombre fuese muy conocido, esta vez hubiera deseado que nadie se acordase de él. Hablamos de D. Rodrigo.

No porque ántes de ahora no se hablase de sus hazañas, sino porque siempre se hacía con palabras ambiguas, y en secreto. Era necesario que dos personas se tratasen con mucha intimidad para expresarse claramente sobre 8sta materia; y áun entónces no lo hacian con toda la acrimonia de que eran capaces; porque los hombres en general, cuando no pueden desahogar su indignacion sin riesgo, no sólo la demuestran ménos, 6 la ocultan del todo, sino que efectivamente es menor la que experimentan. Pero en esta ocasion, ¿quién hubiera tenido reparo en