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6 en hablar de un hecho tan estrepitoso en que preguntar, se babia visto la mano del cielo, y en que hacian un gran papel dos personajes célebres? El uno porque reunia en sí tan grande autoridad y tan vehemente amor á la justicia, y el otro porque parecia la misma prepotencia persouificada que llegaba á humillarse, y la flor y la nata de los bravos, que iba, digámoslo así, á rendirse y á deponer las armas. En comparacion de éstos, ¡qué ruin personaje apareció D. Rodrigo! Entónces comprendian muy bien todos cuán grande era la infamia de molestar á la inocencia para deshonrarla y perseguirla con tan imprudente teson, ian atroz violencia é insidias tan abominables. En aquella ocasion era cuando todo el mundo pasaba revista á las demas hazañas de aquel malvado, y cada uno decia con franqueza su parecer, animado al ver que todos eran del mismo sentir. Murmurábase de él con indignacion en todas partes; pero léjos de sus tiros, por temor á la turba de bravos que le rodeaban.

Una gran parte de esta animadversion pública alcanzaba tambien á sus amigos y aduladores. Con efecto, se le cortaba un buen sayo al señor Podestá, siempre sordo, ciego y mudo acerca de las maldades de aquel tiranuelo; pero se hablaba de él con alguna reserva porque contaba con sus esbirros. Por lo que toca al abogado Tramoya, como no tenía más que bachillerías y embrollos, no se le guardaba tanta consideracion, haciéndose lo mismo con los demas parásitos sus semejantes. A todos se les señalaba con el dedo y se les miraba de reojo, por lo cual juzgaron conveniente no dejarse ver en mucho tiempo.

Aterrado D. Rodrigo' con noticia tan inesperada, y tan diferente de la que aguardaba de dia en dia, de momento en momento, esiuvo encerrado en su castillo sin más compañía que sus satélites, tragando veneno por espacio de dos dias, al cabo de los cuales partió para Milan. A no haber mediado otro motivo que las murmuraciones de las gentes, quizá hubiera permanecido allí por lo mismo para arrostrarlas, y acaso, al ver el término á que habian llegado las cosas, hubiera buscado ocasion de escarmentar á todos en uno de los más atrevidos; pero lo que le hizo salir fué la noticia indudable de que el Cardenal iba por aquellas partes. El Conde su tio, que nada sabía de su historia, sino lo que le habia contado el conde Atilio, hubiera sin duda exigido que en semejante ocasion su sobrino hiciese el primer papel al lado del Cardenal, y recibiese en público de su ilustrísima las distinciones correspondientes à su clase; y