Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/348

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 336 —

lian sus caprichitos. No le parecia bien aquel ponerse colorada á cada instante, y el reprimir los suspiros, y tampoco le gustaban sus ojos. Estaba muy persuadida, como si lo hubiese sabido por buen conducto, que todas las desgracias de Lucía eran un castigo del cielo por su compromiso con aquel bribon, y un aviso de que le olvidase para siempre; y en este supuesto se proponia contribuir á tan buen fin, pues, segun decia con frecuencia, todo su conato se reducia á cooperar á la voluntad del cielo; pero le sucedia con frecuencia que tonmaba por cielo su cerebro. En cuanto á su segunda intencion, se guardó muy bien de manifestarla, porque tenía por máxima que, para llevar felızmente á cabo un buen negocio, la principal cosa era, en la mayor parte de los casos, no dejar que se trasluciese.

Miráronse madre é hija, y supuesta la triste necesidad de separarse, el ofrecimiento les pareció muy admisible, áun cuando no hubiese sido más que por la iamediacion de aquella quinta á su lugar, pues á turbio correr, hubieran podido abrazarse en el próximo verano. Viendo la una en los ojos de la otra el consentimiento, se volvieron ambas á doña Práxedes, dándole las gracias como de quien admite.

Reiteró ésta las demostraciones de cariño y las promesas, añadiendo que dentro de poco le remitiria una carta para su Ilustrísima. Así que salieron las dos mujeres, hizo doña Práxedes que le escribiese la carta D. Ferrante, de quien, por ser literato, como veremos más adelante, se servia en calidad de secretario en las ocasiones de empeño. Tratán-.

dose de asunto de tanta importancia, apuró D. Ferrante todo su ingenio, y entregando el borrador á su esposa para que le copiase, le encargó con mucho ahinco la ortografia, que era una de las cosas que más habia estudiado, y de las pocas sobre las cuales tenía mando en su casa.

Copió doña Práxedes exactamente la carta, y la remitió á casa del sastre. Esto sucedió dos 6 tres dias ántes que el Cardenal despachase la litera para conducir á su casa á las dos mujeres.

Llegaron éstas cuando el Cardenal aún no habia ido á la iglesia, y fueron á apearse á la casa parroquial, en donde habia órden de introducirlas en cuanto llegasen. El Capellan secretario, que fué el primero que las vió, lo ejecutó, deteniéndolas solamentc el poco tiempo que necesitaba para instruirlas un poco acerca del ceremonial que debian emplear hablando al Arzobispo, del tratamiento que debian darle, cosa que de oculto hacía siempre que podia, porque