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| revolver... pero digo... sé que su llustrisima no querrá comprometer á un pobre párroco; porque ¡ya se ve! como usía llustrisima no puede hallarse en todas partes, y yo quedo aquí expuesto... pero ya que su llustrísima lo manda, diré... si, señor, lo diré todo.

—Diga usted: me alegraré de no hallarle culpado.

D. Abundo entónces empezó á contar la dolorosa historia; pero suprımió el nombre principal, sustituyéndole la expresion de «un gran señor,» dando de este modo á la prudencia todo lo que era posible en semejante apuro.

Y no ha tenido usted otro motivo?-preguntó el Cardenal despues de haberlo oido.

—Quiza no me he explicado bien,-respondió D. Abundo;-pena de la vida me pusieron para que no hiciera aquel casamiento.

—¿Le parece á usted una razon suficiente para dejar de cumplir una obligacion tan precisa?

—Siempre he procurado cumplir con mi deber, áun con las mayores incomodidades y molestias; pero cuando se trata de la vida...

—Cuando se presentó usted á la Iglesia-dijo el Cardenal con mayor gravedad-para recibir este ministerio, la Iglesia le aseguró á usted la vida? ¿Le dijo á usted que las obligaciones anejas al ministerio estaban libres de todo obstáculo, exentas de todo peligro, ó que dcnde comenzaba el peligro, alli cesaban las obligaciones? ¿No le dijo á usted todo lo contrario? No le manifestó que os enviaba como una oveja entre los lobos? No sabiais que habia hombres violentos á quienes desagradaria lo que se os mandaba? Aquel que nos ha trasmitido su doctrina, y á cuyo ejemplo nos llamamos, y dejamos que nos llamen pastores, viniendo á este mundo para ejercer semejante oficio, ¿puso por condicion que se le librase la vida? Y para prolongarla unos pocos dias más en la tierra á costa de la caridad, se necesitaba la uncion santa, la imposicion de Jas manos, la gracia del sacerdocio? El mundo es quien puede enseñar esta doctrina. Pero ¿qué digo? ;0h ignominia! El mundo mismo la desecha: tambien él establece sus leyes, que señalan el bien y el mal: tiene él igualn.ente su Evangelio, un Evangelio de orgullo y de odio, y no permite que se diga que el amor de la vida es una razon para faltar á sus preceptos. No lo permite, y se le obedece. Y lo haremos nosotros? ¿Qué seria de la lglesia si este lenguaje fuera el de todos vuestros co-hermanos? ¿En donde esta-