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| radas y aplicaciones nuevas de una doctrina antigua y no contradicua en su misma mente. Los males ajenos, de cuya consideracion le distrajo siempre el miedo de los suyos propios, hacian entónces en su ánimo una nueva impresion, y si no sentia todo el remordimiento que trataba de excitar el scrmon, porque siempre se le oponia aquel ismo miedo, no dejaba de sentir parte de él, experimentando además cierto disgusto de su persona, cierta compasion en favor de los otros, y un conjunto de ternura y de confusion. Se parecia (si se nos permite esta comparacion) al pábilo de una vela húmedo y aplastado, que puesto en contacto con la llama de una hacha encendida, humea al principio, chirría, chisporrotea, se resiste, pero al fin se enciende, y bien ó mal sigue ardiendo. A no ser por la idea de D. Rodrigo, D. Abundo se hubiera confesado reo, y hubiera llorado; sin embargo, se manifestaba bastante conmovido para que el Cardenal conociera que sus palabras no babian sido iufructuosas.

Con esto prosiguió diciendo:

— Ahora el uno está fugitivo de su casa, el otro con precision de abandonarla, y los dos con harta razon para mantenerse léjos de ella, y sin probabilidad de juntarse jamás aquí, aunque Dios haya determinado reunirlos. Ahora por desgracia no tienen necesidad de vuestra asistencia, ni por desgracia teneis ocasion de hacerles bien. Por nuestras cortas luces no podemos prever si en adelante se os proporcionará alguna; pero iquién sabe si la misericordia de Dios se dignará ofrecérosla? ¡Ah! no la dejeis escapar; aprovechadla, y pedid al Señor que os la facilite.

—jAb, señor ilustrisimo! así lo haré, lo prometo,-contestó D. Abundo con una voz que manifestaba salir del corazon.

—Si, hijo!-exclamó el Cardenal; y con una dignidad afectuosa concluyó diciendo:-Sabe el cielo cuánto hubiera deseado tener con vos otra clase de razonamientos.

Mucho hemos vivido ya entrambos. ¡Sabe Dios cuán penoso ha sido para mí contristar esas canas, y cuánto hubiera nuestros cuidados comunes blando de la eterna esperanza å que estamos tan inmediatos! ¡Haga Dios que las palabras que me he visto en la precision de emplear con vos sean útiles á entrambos! No deis motivo å que Su Divina Majestad me pida cuenta en aquel tremendo dia por haberos conservado en un ministerio en el cual habeis faltado á vuestros deberes de un referido que nos consolásemos juntos tratando de de nuestras penas, y ha-