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| —Pero ese dinero-replicó Lucía-lo tendríamos nosotras si yo no hubiera pasado aquella noche?... El Señor ha querido que sucediese asi; ¡hágase, pues, su santa voluntad! Y murió su voz ahogada en lágrimas.

A este inesperado argumento quedó Inés pensativa; y despues de algunos instantes, comprimiendo Lucía los solozos, prosiguió:

—Ya que la cosa está hecha, es necesario resignarse con huen ánimo; y vos, madre mia, podeis ayudarme, primero rogando al Señor por vuestra desgraciada hija, y luégo... porque, en fin, es indispensable que aquel infeliz lo sepa. Encargaos de esta diligencia, que bien podeis hacerlo. Cuando se sepa dónde se halla, se le puede escribir y buscar á un hombre... justamente mi tio Alejo, que es bombre prudente y caritativo, que nos ha estimado siempre y sabrá tener reserva. Podeis hacer que él mismo le escriba todo lo que ha sucedido, el conflicto en que me he hallado, lo que he padecido; que Dios lo ha dispuesto así, y que se tranquilice, pues yo no puedo ya ser de nadie, dándole á entender la cosa con prudencia, explicándole que he hecho voto... ¡Ah, cuando él sepa que lo he hecho ! á la Virgen!... ¡El ha sido siempre tan bueno!.. Y en cuanto tengais noticias suyas, haced que me escriban para que sepa si cstá bueno, y luégo... no volvais á hablarme de él en tiempo alguno.

Enternecida Inés, prometió á su hija que todo lo haria como deseaba.

—Quisiera deciros olra cosa,-prosiguió Lucía.-A ese pobre, si no hubiera tenido la desgracia de conocernos, nada le bubiera sucedido. Anda errante por el mundo, le han quitado su modo de vivir, sus ahorros y cuanto tenía, y ya sabeis la causa. ¡Y nosotras con tanto dinero! ¡Ah, madre mia! puesto que el Señor nos ha enviado tanto bien, y que miralbais á Lorenzo como á hijo, partid con él ese dinero, que Dios no nos faltará. Buscad un hombre de confianza y enviádselo, que sabe Dios los apuros en que podrá 1 verse.

—¿Pues qué te figuras?-contestó Inés:-lo haré con mucho gusto. ¡Pobre muchacho! ¿por qué crees tú que estaba yo tan contenta con ese dinero?... ¡Yo, á la verdad, habia venido aquí tan alegre! yo... En fin, se lo enviaré sin falta. ¡Pobre Lorenzo!... Pera él... Yo bien me enliendo...

No creas tú que será ese dinero lo que le engorde.

Dió Lucía gracias á su madre por lan liberal condescen-