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línea colateral, Cárlos Gonzaga, jefe de la segunda rama, el cual se habia trasladado á Francia, donde poseia el ducado de Nevers y Rhetel. El Ministerio español, que á toda costa queria excluir, como ya hemos diche, de aquellos dos feudos italianos al nuevo Príncipe, y para hacerlo necesitaba de una razon, se declaró sostenedor de los derechos que pretendian tener á Mántua Ferrante Gonzaga, príncipe de Guastalla, y al Monferrato Cárlos Manuel I, duque de Saboya, y Margarita Gonzaga, duquesa viuda de Lorena. D. Gonzalo, que era de la casa del Gran Capitan, cuyo nombre llevaba, y que ya habia hecho la guerra en Flandes, deseosb de hacerla en Italia, era quizá el que más trabajaba para que se encendiese. Con este objeto, interpretando las intenciones del gobierno español y anticipándose á sus órdenes, coneluyó con el duque de Saboya, para la reparticion del Monferrato, un tratado, cuya ratificacion consiguió fácilmente del Conde-duque, por haberle pintado como cosa muy fácil la toma do Casal, que era el punto más defendido de la porcion pactada en favor del rey de España. Sin embargo, protestaba en nombre del mismo rey, que no trataba de ocupar país alguno, sino en calidad de depósito, hasta la sentencia del Emperador, el cual, tanto por oficiosidades ajenas como por motivos propios, habia negado la investidura al nuevo duque, intimándole que le dejase en secuestro los Estados en controversia, y que, oidas las respectivas razones, los entregaria á quien correspondiesen, á lo cual se negó el duque de Nevers.

Tenfa éste tambien amigos poderosos, tales como el Cardenal de Richelieu, los venecianos y el Papa. Pero ocupado el primero en el sitio de la Rochela y en una guerra contra los ingleses, y embarazado por el partido de la reina madre, María de Médicis, opuesta por motivos partieulares á la casa de Nevers, nada podia dar sino esperanzas. Los venecianos no querian moverse ni declararse sin que ántes entrase en Italia un ejército frances, y al paso que bajo mano auxiliaban como podian al Duque, entretenian negociaciones con la corte de Madrid y el capitan general de Milan, ora con protestas, ora con proyectos y ora con exhortaciones, ya pacífioas, ya belicosas, segun las circunstancias. Urbano VIII por su parte recomendaba la causa del duque de Nevers á sus amigos, intercedia en su favor con los contrarios y fraguaba proyectos de acomodamiento; pero se hacía el sordo cuando se trataba de poner gente en campaña.