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mo tiempo en su rostro y su continente cómo se hallaba de botones adentro, que esta era la política añeja, D. Gonzalo, despues de hablar del tumulto como cosa de poco momento, á que desde luégo se habia puesto remedio, tuvo acerca de Lorenzo la salida que con sus consecuencias hemos ya visto.

No volvió despues á pensar en negocio tan frívolo, y para él como conciuido. Y cuando al cabo de algun tiempo recibió la contestacion en el eampamento sobre Casal, donde habia vuelto y donde le ocupaban otros cuidados, levantó y meneó la cabeza, estuvo algun tanto pensativo para traer å su memoria un hecho de que apénas le quedaba una confusa idea, creyó acordarse de la persona, atravesóse otro asunto, y no volvió á pensar en ello.

Pero Lorenzo por lo que se le habia indicado debia suponer cosa muy diferente; estuvo mucho tiempo preocupado con esta idea, 6, por mejor decir, sin pensar en otra cosa más que en mantenerse oculto. Figúrense mis lectores si se desharia por enviar noticias à las dos mujeres y recibirlas de ellas; pero se oponian á sus deseos dos grandes dificultades. La una era la necesidad en que se veria de descubrirse á un escribiente cualquiera, porque el pobre no sabía ni leer ni escribir, y si, preguntado por el abogado Tramoya, contestó que sabía leer, como se acordarån mis lectores, no fué jactancia, sino la pura verdad, porque leia con algun trabajo lo impreso, aunque en cuanto á lo manuscrito, ni una letra; por eso necesitaba desde luégo confiar sus asuntos á un tercero, y un hombre que supiese tener bien la pluma en la mano y con quien se pudiese contar para el sigilo, no era fácil encontrarie en aquellos tiempos, especialmente en país en que no se tuviese grandes relaciones. La otra dificultad era la de hallar proporcion de persona que fuese por aquellas parles y que quisiese encargarse de la carta, y tomarse un verdadero interes para que llegase á su destino, circunstancias todas dificiles de reunir en una sola persona.

Finalmente, á fuerza de indagaciones y diligencias, encontró quien escribiese; pero no sabiendo si las dos mujeres se hallarian todavía en Monza 6 en otra parte, dispuso que se incluyese la carta de Inés en otra de cuatro renglones dirigida al padre Cristóbal.

El escribiente se encargó tambien de remitir el pliego, que entregó á una persona que debia pasar cerca de Pescarénico. Esta la dejó con mucha recomendacion en la posada del camino más inmediato, y como la carta iba dirigida á un