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convento, llegó á su destino; pero nunca se pudo saber luégo su último paradero. Así es que, no recibiendo Lorenzo contestacion alguna, hizo escribir otra carta poco más 6 ménos como la primera, incluyéndola en otra á un conocido ó pariente suyo de Lecco; buscó otro porlador, le encontró, y esta vez llegó la carta á su direccion. Corrió Inés á Magránico, hizo que aquel Alejo primo suyo se la leyese y explicase, trató con él de la respuesta, que él mismo extendió, y hallaron medio de enviarla á Antonio Revuelta; pero todo esto no se ejecutó tan presto como nosotros lo referimos. Recibió Lorenzo la contestacion, y con el tiempo remitió nueva carta; por manera que se entabló entre las dos partes una correspondencia que, sin ser rápida ni regular, era, sin embargo, continuada por intervalos.

Pero para tener una idea de esta correspondencia epistolar, es nesario saber cómo iban entónces semejantes cosas, ó, por mejor decir, cómo van, porque en este particular ha habido poca ó ninguna variacion.

El aldeano que no sabe eseribir y que tiene 'necesidad de hacerlo, busca un escribiente, escogiéndole en cuanto puede entre los de su esfera, porque no se fia mucho de los otros. Le informa con más ó ménos claridad de lus antecedentes, y le impone por el mismo estilo en lo que debe escribir. El escribiente ó memorialista algo comprende, algo cree comprender, da algunos consejos, propone alguna variacion, y diciendo «no tengas cuidado,» coge la pluma, extiende el concepto, lo corrige á su manera, aprieta 6 afloja, y áun omite, segun le parece mejor; porque no hay remedio, el que sabe más que los otros no quiere ser instrumento malerial, y cuando entra en negocios, quiere manejarlos á su antojo. Esta clase de memorialistas no siempre dicen lo que quisieran decir, sino muchas veces al contrario, porque esto nos suele suceder tambien á nosotros que escribimos para la imprenta. La carta escrita de esta manera llega á manos del corresponsal, que, como tampoco sabe el alfabeto, tiene que dársela á leer á otro literato de la misma calaña del primero, el cual y se la explica. Aqui se originan mil cuestiones sobre el modo de entenderia, porque, fundándose el interesado en el conocimiento que tiene de los hechos, pretende que ciertas palabras quieren decir una cosa, y el que lee se empeña, por la práctica que tiene, que significan otra.

Finalmente, el que no sabe se ve precisado à ponerse á discrecion del que sabe para la respuesta, la cual, extenla lee