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| dida por el mismo estilo de la carta, va sometida á otra explicacion semejante; y si además el asunlo de la correspondencia es delieado; si hay que tratar en ella de negocios secretos, que no se quisiera que se descubriesen en el caso de extraviarse la carta, y si por esta razon se procura tambien que ia cosa vaya algun tanto enigmática, entónces, por pocco que dure la correspondencia, los interesados acaban por no entenderse, como sucedia en otro tiempo entre dos escolásticos despues de haber disputado cuatro horas, por no tomar la comparacion de cosas del dia y exponernos á un coscorron.

Este era el caso en que se hallaban los dos corresponsales. La primera carta de Lorenzo contenia muchas materias. Empezaba desde luégo con una relacion de la fuga, mucho más concisa y más embrollada que la nuestra: hablaba despues de sus actuales circuntancias, de cuya noticia ni Inés ni su secretario pudieron sacar gran cosa en limpio: daba en seguida un aviso secreto, haciendo mencion del nombre cambiado y de su seguridad, con la preeision de quedar oculto, cosas todas poco comunes para el enter.dimiento de aquellas gentes, y que en la carta misma iban con su poco de enigma. Contenia preguntas urgentes y afectuosas acerea de Lucía, expresiones oscuras y patéticas relativas á las voces que habian corrido tocantes á la misma, y por último, concluia con esperanzas inciertas y lejanas, proyectos aventurados para en adelante, promesas y exigencias de fidelidad y exhortaciones á no perder la paciencia ni el ánimo, y esperar mejores tiempos.

Poco despues encontró Inés un medio seguro para enviar á manos de Lorenzo una contestacion con los cincuenta escudos consabidos. Al ver tanto oro junto, no sabía qué pensar, y no ménos admirado que lleno de una confusion que no daba lugar á la alegría, corrió en busca de su secretario para que le explicase la carta, y tener con esto la llave de semejante misterio.

En la carta, el escribiente de Inés, despues de algunas quejas acerea de la poca claridad de la carta de Lorenzo, describia en tono lamentable la tremenda bistoria de aque- Ila persona (que así se expresaba), pasando iuégo á lo de los cincuenta escudos: hablaba despues del voto por medio de perifrasis, añadiendo con palabras más directas y claras el consejo de resignarse y no pensar ya en ella.

Poco faltó para que Lorenzo no la tomase con el lector intérprete: tenıbló, se estremeció y se llenó de ira, tanto por lo que comprendia, como por lo que no podia com-