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por algun tiempo intentado inútilmente doña Práxedes atraerle á su sistema, ya se limitaba á barhotar contra él, llamándole extravagante, desidioso, y por fin literato; y en darle este último título, además de desahogar su despecho, tenia su poquito de complacencia.

Pasaba D. Ferrante muchas horas en su gabinete, en donde tenía una coleccion considerable de libros, todas obras escogidas, y estimadas en varias materias, en cada una de las cuales estaba más ó ménos versado. En la astrologia se le tenía por más que aficionado, porque su saber no se limitaba á las nociónes generales y al vocabulario comun de influencias, aspecto y conjunciones, sino que hablaba con acierto, y como profesor, de las doce casas del cielo, de los círculos mácimos, de los grados lúcidos, de la exaltacion y declinacion de los astros, de los tránsitos y revoluciones; en una palabra, de los principios más ciertos y recónditos de la ciencia, cuya historia tambien conocia más que medianamente, pues oitaba con oportunidad las predicciones más célebres verificadas; y raciocinaba con sutileza y elegancia acerca de otras predicciones no ménos famosas, que no se realizaron, para demostrar que la culpa no era de la ciencia, sino de los que no supieron aplicarla.

Aunque acerca de la filosofia antigua habia aprendido lo suficiente, no obstante, para adelantar todavía más, no cesaba de leer á Diógenes Laercio: sin embargo, como aquellos sistemas, por hermosos que sean, no es posible retenerlos todos en la memoria, y para ser filósofo es necesario elegir un autor, D. Ferrante habia escogido á Aristóteles, el cual, segun su opinion, no era ni antiguo ni moderno, sino filósofo á secas.

Poseia tambien várias obras de sus secuaces más sabios y sutiles entre los modernos, y en cuanto á las de sus impugnadores, jamás quiso leerlas ni comprarlas, porque consideraba tiempo perdido lo primero, y dinero echado por el balcon lo segundo:

servaba en su biblioteca los célebres veintidos libros de subtilitate, y alguna otra obrilla antiperipalética de Gárdano, en obsequio de su mucho saber en astrología, diciendo que el que pudo escribir el tratado de restitutione temporum et motuum cælestium, y el libro duodecim conjecturarum, merecia ser oido áun cuando disparatase. Por otra parte, aunque en el concepto de los doctos pasaba D. Ferrante por peripatético consumado, á él no le parecia saber lo suficiente, y más de una vez se le oyó decir con gran por vía de excepcion con-