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modestia que la esencia, los universales, el alma del mundo y la naturaleza de las cosas no eran principios tan claros como algunos creian.

En cuanto á la filosofía natural, D. Ferrante se habia aplicado á ella por diversion, no por estudio, y así habia más bien leido que estudiado las obras del mismo Aristóteles sobre esta materia; sin embargo, con esto, con las nolicias adquiridas por incidencia en los tratados de filosofia general, y con haber pasado la vista por la Magia natural de Juan Bautista Porta, por las tres historias lapidum, animalium et plantarum de Cárdano, por el tratado de hierbas, de las plantas y de los animales de Alberto Magno, y por alguna otra obra de ménos importancia, sa bia entretener una reunion de gente culta, hablando de las virtudes admirables y de las curiosidades más singulares de muchos simples, describiendo exactamente las formas y los hábitos de las sirenas, del ave fénix, único en su especie, y explicando cómo la salamandra se mantiene en el fuego sin quemarse; cómo la rémora, siendo un pececillo tan pequeño, tiene bastante fuerza para detener de un gołpe el curso de un navío; cómo las gotas del rocio se convierten en perlas; cómo el camaleon se sustenta con el aire, y cómo el hielo, endureciéndose poco á poco, se trasforma en cristal, con otros maravillosisimos secretos de la naturaleza.

Algo más se habia internado en lo de magia y hechice- — rías, pues se trataba de ciencia que estaba entónces más en boga, y en la cual los hechos, sobre ser de más importancia, son más fáciles de averiguar. Es excusado prevenir que en semejante estudio no tuvo más objeto que el de instruirse, y conocer á fondo las malas artes de los maleficios y de las brujas, para guardarse y defenderse de ellas.

Y tomando por guía el grande hombre de la ciencia, Martin del Rio, podia tratar ea profeso del maleficio amatorio, del maleficio somnífero, del maleficio hostil, y de las infinitas especies de estos tres géneros capitales de maleficios, que con tan fatales resultados se practicaban entónces.

No ménos vastos y profundos eran sus conocimientos en historia, especialmente en la universal, en la que miraba como autores de primera nota á Dole, Bugatti, Campana, Targañota y Guazzo. Pero ¿qué es la historia, solía decir, sin la política? una guía que marcha adelante, sin que nadie la siga para aprender el camino, así como la política sin la historia es lo mismo que uno que camina sin guía. De