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- las casas más inmediatas; si alguna habia de personas acomodadas, se les concedia la hospitalidad por recomendacion del Cardenal, y en otras en que á la buena voluntad faltaban los medios, aquellos eclesiásticos pedian que los recibiesen de huéspedes, para lo cual, ajustado el precio, pagaban desde luégo una parte á cuenta. De los hospedados en semejaotes términos daban despues noticia á los párrocos para que los asistiesen, y volvian ellos mismos á visitarlos.

No es necesario decir que el Cardenal no limitaba sus cuidados á los casos de tan extrema situacion, ni la habia aguardado para tomar providencias. Su viva caridal hubo de sentirlo todo, ocuparse en todo, y acudir á lo que no pudo prever, tomando, digámoslo asi, tantas formas cuanias eran las diversas necesidades. En efecto, reuniendo todos sus medios, aumentardo sus privaciones, echando mano de los ahorros destinados á otras liberalidades, que en aquella ocasion no podian dejar de scr secundarias, buscó todos los arbitrios posibles de juntar dinero para emplearlo en alivio de tan general penuria.

Hizo crecidas compras de granos, de que ervió gran parte á varios puntos de su diócesis, y como el socorro era inferior á la necesidad, envió tanibien cantidad de sal, para que, segun refiere Ripamonti, ia hierba del prado y la corteza de los árboles se convirtiesen en alimento humano.

Granos y dineros repartió igualmente á los párrocos de la ciudad que él mismo recorria por cuarteles dando limosnas. Socorria de oculta á muchas familia vergonzantes, y en el palacio arzobispal se cocia diariamente gran cantidad arroz, de que, segun el médico Alejando Tadino, en una relacion que tendremos ocasion de citar algunas veces, se distribuian dos mil raciones todas las mañanas.

Pero estos rasgos de caridad, que podemos llamar grandiosos, si se considera que eran obra de un solo hombre, y producto únicamente de sus medios, pues el Cardenal se negó siempre á tomar á su cargo la distribucion de liberalidades ajenas, estos mismos rasgos, con otros donativos de diversas manos, que, aunque no lan cuantiosos, eran sin embargo en gran número, no bastaban á cubrir tantas necesidades, á pesar de reunírseles los subsidios extraordinarios que señaló el ayuntamiento, encargando su distribucion al tribunal 6 junta de provisiones. Al paso que con los socoros del Cardenal se prolongaba la vida de algunos serranos y lugareños á punto de norir de hambre, otros llegaban al término extremo de la miseria. Apurados