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nombre, el de acoger, cuando lo exigiese la necesidad, los enfermos de peste, que ya mucho ántes de aquella época solia parecer, y continuó pareciendo por algun tiempo, dos, cuatro, seis y hasta ocho veces cada siglo, ya en un país, ya en otro de Europa, y ya corriéndola toda de una å otra extremidad. En la época á que nos referimos, el Lazareto sólo servia de depósito para las mercancías sujetas á cuarentena.

Para aplicarlo entónces al objeto acordado, se quebrantaron las reglas establecidas, sacando las mercancias ántes de tienpo, despues de haberlas fumigado y purificado apresuradamente. Se mandó lener paja en todas las celdas, se hizo provision de víveres del mejor modo posible, se convidó por medio de edictos á todos los pordioseros á ocupar este asilo.

Muchos concurrieron gustosos; lleváronse allá todos los enfermos qne gemian en las plazas y las calles, y al cabo de pocos dias pasaban de tres mil entre unos y otros los que se hallaban en el Lazareto: sin embargo eran muchos más los que quedaban fuera; bien fuese porque cada uno aguardaba á que se marchasen los otros para quedar en menor número á disfrutar las limosnas, bien por la repugnancia natural á la reclusion, 6 por aquella desconfianza con que miran los pobres todo lo que les propone el que tiene riquezas ó poder (desconfianza que siempre está en proporcion de la ignorancia de quien la experimenta, y de quien la inspira, del número de los pobres, y de la falta de tino en las órdenes), bien fuese por no conocer la clase de beneficio que se les ofrecia, bien por todas estas causas juntas, lo cierto es que la mayor parte, no haciendo caso del ofrecimiento, continuaban vagueando miserablemente por ļa ciudad. En vista de esto, se acordó que en lugar de la invilacion se emplease la fuerza, y en su consecuencia se comisionaron esbirros para que echasen los pordioseros al Lazareto, lievando atados á los que se resistiesen, y se les señalaron doce sueldos de gratificacion por cada pobre que de esta manera sacasen de la ciudad: ¡lan cierto es que en los grandes apuros se hal'an siempre caudales del público para emplearlos desacertadamente! Y aunque, segun habia conjeturado, 6 por mejor decir, obrado de intento la Junla de provisiones, cierto número de mendigos abandonasė la ciudad para ir á vivir, 6 á morir á lo ménos en libertad, no cbstante fué tal la caza de los esbirros, que á poco tiempo llegaron los recogidos entre huéspedes y presos á unos diez mil.