Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/397

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 385 —

por st misma como por sus efectos, y que por su duracion tomó el nombre de guerra de los treinta años, de los cuales era aquel el òneeno. Guerreaba en este ejército su mismo regimiento mandado por sa lugarteniente. La mayor parte de los demas condottieri habian servido bajo sus órdenes, y más de uno habia de los que cuatro años despues contribuyeron al fin desgraciado que tuvo.

Constaba este ejército de veintiocho mil infantes y siete mil caballos. Bajando de la Valtelina para ir al territorio de Mantua, tenía que costear más ó ménos todo el curso del Ada por los dos ramales del lago, y luégo como rio hasta su desembocadero en el Pó, que tambien tenian que costear bastante trecho, en todo ocho dias de marcha dentro del ducado de Milan.

Una gran parte de los habitantes se prevenia, huyendo á las sierras con lo mejor que tenian en su casa, y llevando por delante su poco ó mucho ganado. De los que quedaban unos eran para cuidar de algun enfermo, otros á fin de librar la casa de incendios, 6 para estar á la mira de cosas escondidas ó enterradas, otros por no tener que perder, y algunos bribones por lo que pudiesen ganar.

Cuando el primer trozo llegaba al paraje de hacer aito, se desbandaba inmediatamente por el pais y los inmediatos sin más objeto que robar. Lo que podia aprovecharse ó era de fácil trasporte desaparecia, sin hablar del destrozo que hacian en lo que quedaba, de los campos desiertos, de los cortijos quemados, de los golpes, heridas, violaciones y estupros. Todos los medios empleados para evitar la rapiña eran inútiles, y muchas veces redundaban en mayor perjuicio. Los soldados, muy duchos tambien en las estratagemas de esta guerra, todo lo reconocian: derribaban paredes, rompian puertas, y en los huertos mismos, guiándose por la tierra recien movida, solian encontrar las alhajas 6 el dinero escondido. No pocas veces siguiendo las sendas llegaron á robar el ganado, y hubo ocasiones en que conducidos por bribones entraron en las cuevas en busca de algunos hombres acaudalados, ocultos en ellas, los desnudaron, los arrastraron hasta el pueblo, y allí á fuerza de amenazas, golpes y tormentos, los obligaron á manifestar y entregar su dinero.

Ibanse por fin, y partidos, se oia morir á lo léjos el ruido de las cajas y de los clarines. Pasadas algunas horas de temeroso sosiego, otro maldito ruido de instrumentos marciales que venía de la parte opuesta, anunciaba un nuevo trozo de aquel ejército devastador. No hallando ya 25