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matar á un cura?";Querreis dejarme aquí á recibir el martirio? ;Qué gente! ¡Qué gente!»

Pero já quién decia todas estas cosas? A infelices que pasaban agobiados bajo el peso de su pobre ajuar, y con el pensamiento ocupado en lo que dejaban expuesto al saqueo, unos echando delante su vaquilla, otros irayendo detras å sus hijitos tambien cargados con lo que segun su edad podian, y su mujer llevando en brazos á los que no podian andar. Algunos seguian su camino sin responder ni mirar arriba, y otros contestaban:

—Señor Cura, compóngase usted como pueda: ¡dichoso usted que no tiene familia en que pensar! Ingeniaos como todos lo hacemos.

—¡Desgraciado de mí!-exclamaba D. Abundo.-¡Qué gente! ¡Qué corazones! No hay caridad; todos piensan en sí: ¡nadie me hace caso! Y volvió luégo donde estaba Perpetua.

—Ahora que me acuerdo,-le dijo ésta.-Y el dinero?

—¿Cómo haremos?

—Démelo usted, que iré á enterrarlo aquí en el huerto con los cubiertos.

—Pero...

—iQué pero! ¡qué pero! Dádmelo aprisa: guardad alguna moneda suelta por lo que pueda ofrecerse, y en lo demás dejadme á mí.

Obedeció D. Abundo: marchó al escritorio; sacó su talego, y se lo entregó á Perpetua, quien dijo:

—Voy á enterrarlo en el huerto al pié de la higuera.

Así lo hizo, y volvió luégo con un canasto pequeño en que metió municiones de boca y un cuévano grandecito en cuyo fondo colocó un poco de ropa blanca suya y del amo, diciendo:

—Por lo que hace al breviario lo llevareis vos mismo.

—¿Pero donde vamos?

—Donde vayan los demas. Iremos desde luégo á la calle, y allf con lo que oigamos, veremos lo que haya que hacer.

En esto entró Inés con su lfo á las espaldas y en ademan de quien va á hacer una propuesta importante.

Resuelta tambien ella á no aguardar huéspedes de tan malas mañas, sola como estaba en su casa, con algun resto del oro del caballero del castillo, estuvo algun tiempo dudosa acerca del paraje á donde se refugiariã. El residuo de aquel dinero que tanto le habia servido durante la carestía, era justamente lo que la tenfa más apurada, y la causa