Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/403

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 391 —

nador general, porque debiendo haber hecho todo lo posible para alejar del pais aquel azote, él mismo lo traia solo por gusto de hacer la guerra.

—Seria bien hecho-decia-que esos señores estuviesen aquí para ver y probar lo que pasa. ;Qué cuenta tienen que dag á Dios! Pero entre tanto lo pagan los que no tienen la culpa.

—Deje usted á esas gentes,--decia Perpetua,-que no son los que han de venir á ayudarnos... Estas, perdóneme usted, son sus contínuas cantinelas que para nada vienen al caso. Lo que á mí me incomoda...

—iQué es? Perpetua, que en aquel trecho de camino habia ido recorriendo en su memoria el zafarrancho que hizo tan aprisa en su casa, comenzó á quejarse de haber olvidado una cosa, de baber colocado mal otra, de haber dejado un rastro que podia servir de guia á los ladrones, de haber...

—Bueno!-dijo D. Abundo tranquilo ya lo suficiente respeto de su vida para poder pensar en la hacienda.- ¡Bueno! ;Bien lo has hecho! ¿Dónde diablos tenías la cabeza?

—¿Cómo?-exclamó Perpetua parándose un momento, y poniéndose en jarras todo lo que se lo permitia el cuévano,-cómo? ¡Ahora vendreis á reconvenirme, cuando erais vos el que no cesaba de romperme la cabeza, en lugar de ayudarme! Mas cuidado he tenido con las cosas de casa que con las mias. No hubo quien me diese una mano; he hecho más de lo que podia. Si alguna cosa ha salido mal, no tengo la culpa.

Interrumpia Inés estos dimes y diretes, entrando tambien ella á hablar de sus penas, y no sentia tanto el trabajo y los perjuicios como el yer desvanecida la esperanza de volver å abrazar á su hija, siendo aquel justamente el otoño en que debian verse, pues no era de creer que doña Práxedes se aventurase á ir en aquellas cireunstancias á pasar el otoño en su casa de campo, cuando más bien la hubiera abandonado, si se hubiese hallado en ella, como hacía todo el mundo.

Excitaba todavía más los tristes pensamientos de Inés, y hacía más penoso su deseo la vista de aquellos lugares. Habiendo salido de la campiña, caminaban ya por el camino real, el mismo por donde la buena mujer trajo por tan poco tiempo á su casa á Lucía, despues de haber permanecido algunos dias en la del sastre; y estando ya á la vista del pueblo, dijo: