Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/404

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 392 —

-Será regular que vayamos á saludar á esas buenas gentes.

—Y tambien á descansar un poco,-añadió Perpetua,- porque esta canasta ya me va pesando más de lo que yo quisiera, y luégo á tomar un bocado.

—Con condicion de que no perdamos tiempo,-dijo don Abundo,-pues no vamos viajando por diversion.

Recibiéronlos en casa del sastre con los brazos abiertos.

Tuvieron en verlos un gran placer, porque les traian á la memoria una buena accion, y por eso diece aquí nuestro anónimo: «haz bien á cuantos puedas, y encontrarás con frecuencia caras que te causen alegría.»

Inés al abrazar á la buena mujer, prorumpió en un copioso llanto, y respondia entre sollozos á lo que le preguntaban acerca de Lucía la mujer y el marido.

— Mejor está que nosotros,-dijo D. Abundo:-está en Milan fuera de peligro, y léjos de estas inquietudes.

Conque el señor Cura y todos ustedes van huyendo?- dijo el sastre.

—Cierto,-contestaron á una amo y criada.

—Les tengo lástima,-añadió el sastrc.

—Nos vamos-dijo D. Abundo-al castilllo de"* —Bien pensado!-contestó el sastre;-allf estarán ustedes como en el paraíso.

—Y aquí no hay miedo?-preguntó D. Abundo.

—Diré á usted, señor Cura,-contestó el sastre:-aquí en rigor no deben venir: estamos, gracias á Dios, muy fuera de camino; á lo más alguna correría, que Dios no permita; pero en todo caso hay tiempo. Hemos de tener ántes algunas noticias de los desgraciados pueblos por donde tienen que pasar, y entónces veremos.

Acordaron descansar allf un poco, y como era hora de comer:

—Señores,-dijo el sastre,-me harán ustedes el favor de honrar mi escasa mesa sin cumplimientos, á la buena de Dios: tendrán ustedes un plato de buena cara.

Perpetua dijo que traia alguna cosa para tomar un refrigerio, y despues de pocos cumplimientos por una y otra parte, acordaron que seljuntase todo, y que comiesen en compañía.

Los niños ya se habian puesto con gran fiesta al lado de Inés su conocida antigua. A la mayorcita, que ya se acordarán nuestros lectores que fué la que llevó aquel regalito á María la viuda, mandó el sastre que subiese al desvan y