Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/406

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 394 —

fin, el castillo se ha convertido en una Tebaida/Ya usted sabe lo que es eso.

Pasando luégo á hacer mencion con Inés de la visita del Cardenal, exclamaba:

—iQué hombre tan grande! ¡Qué hombre! Levantados de la mesa, enscñó una estampa del Cardenal que tenía pegada detras de una puerta, tanto con el objeto de veneracion, como para poder decir á todos que aquel retrato no se parecia, pues él mismo habia podido compararle á su gusto con el original en aquel propio aposento.

—¿Cómo? ¿Y este dicen que es su retrato?-dijo Inés;- en el vestido se le parece, pero...

—¿Es verdad que no se le parece?-replicó el sastre.- Tambien yo lo digo; pero en fin, comó está puesto debajo el nombre, es una memoria.

D. Abundo empezó á meter prisa. El sastre se empeñó en buscar un carro que los condujese hasta el pié de la cuesta: fué corriendo á practicar la diligencia, y volviéndose luégo á D. Abundo, añadió:

—Señor Cura, si usted quisiese llevarse allá arriba algun libro, yo puedo servirlo, porque tambien me divierto un poco leyendo. Bien sé que no son libros para usted, porque están en lengua vulgar; pero...

—iGracias! igracias!-contestó D. Abundo;-en estas circunstancias no tiene uno la cabeza para nada; apénas puede uno hacer lo que es de su obligacion.

Miéntras se dan y se rehusan las gracias, miéntras se truecan las expresiones de sentimiento, de despedida, de ofrecimiento y de promesas de detenerse oira vez á su regreso, llega el carro á la puerta. Se colocan en él los cuévanos, suben los viajeros, y emprenden con alguna mayor comodidad y ánimo más tranquilo la segunda mitad de su caminata.

Lo que el sastre dijo á D. Abundo acerca del caballerodel castillo era la verdad. Desde el dia que le dejamos continuaba haciendo lo que se habia propuesto; á saber, reparar daños, pedir perdones, socorrer desvalidos, en una palabra, hacer todo el bien que podia. Aquel valor que empleó en otro tiempo para ofender y defenderse, lo empleaba ahora en no hacer ni la una ni la otra cosa. Se habia desprendido de todas las armas, y caminaba solo, dispuesto á sufrir todas las consecuencias posibles de tantas violencias corno habia cometido; sin embargo, estaba más seguro que cuando tenía para su defensa armados tantos