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brazos. Los ofendidos habian conseguido, inesperadamente y sin peligro, una satisfaccion que nunca hubieran podido prometerse de la más afortunada venganza. Los odios antiguos y más pertinaces se hallaban contenidos por la veneracion que el público manifestaba hácia aquel hombre tan penitente y benéfico.

Estas mismas causas y otras apartaban de él la animadversion de la autoridad pública, proporcionándole tambien por esta parte una seguridad de que no se cuidaba mucho.

La clase y los parientes, que en otro tiempo le habian servido de defensa, le valian mucho más ahora que al nombre ilustre se agregaba la recomendacion personal y la gloria de la conversion. Alegrábanse de esto tanto los magistrados como los grandes y el pueblo, y hubiera parecido cosa extraña el atropellar al que habia sido objeto de tantas congratulaciones; además de que una autoridad ocupada en una guerra perpétua y á veces desgraciada, no podia dejar de estar contenta al verse libre de la más indómita y molesta, tanto más, cuanto aquella conversion producia indemnizaciones, que la autoridad no estaba acostumbrada ni á conseguir ni á reclamar. Incomodar á un santo no parecia un buen medio para quitarse de encima el oprobio de no haber sabido reprimir á un facineroso, y el ejemplo que se hubiera hecho en él no hubiera producido otro efecto más que el de impedir que se enmendasen sus semejantes. Probablemente tambien la parte que en aquella convorsion habia tenido el cardenal Borromeo, y su nombre asociado en cierto modo con el del convertido, le servia á éste de escudo. Y en aquel estado de cosas y de ideas, en aquellas relaciones particulares de la autoridad espiritual y el poder civil, que luchaban con tanta frecuencia uno contra otro, sin tratar jamás de destruirse, y por lo contrario, mezelando siempre con las hostilidades actos de reconocimiento y protestas de deferencia, y que frecuentemente marchaban unidos á un mismo fin sin hacer jamás las paces, pudo parecer en algun modo que la reconciliacion de la primera incluia, si no la absolucion, á lo ménos el olvido de la segu trabajado en producir un efecto que ambas deseaban.

De esta manera aquel hombre, sobre el cual se hubieran arrojado grandes y pequeños, habiéndose echado á tierra él mismo voluntariamente, era respetado de todos y admirado de muchos.

Verdad es que no dejaba de haber algunos á quienes no debió causar grande satisfaccion aquella ruidosa mucuando aquella sola habia