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danza. Estos eran los socios suyos en el delito, los cuales perdian una gran fuerza con que solian contar, y que ba- İlaban de un golpe rotos los hilos de tramas urdidas de largo tiempo, cuando aguardaban la noticia de su ejecucion. Ya hemos visto la diversidad de sentimientos que aquella conversion excitó en los bravos que se hallaban entónces con su amo, y que la oyeron de su propia boca; á saber, asombro, pena, abatimiento, disgusto; pero de manera alguna desprecio ni odio. Lo mismo sucedió con respecto á los que tenía diseminados en varios puntos, y lo mismo con respecto á sus cómplices de suposicion, cuando llegó á oidos de ellos la terrible noticia, y en todos obró la misma causa; más bien sobre el Cardenal fué sobre quien recayó no poca ojeriza, porque le miraban como una persona que se habia entrometido en sus negocios, cuando con respecto al caballero nadie tenía razon de quejarse de que hubiese querido salvar su alma.

Ya poco á poco la mayor parte de sus satélites domésticos, no pudiendo avenirse á la nueva disciplina, y no viendo probabilidad de que pudiera mudarse, habia tomado diversos rumbos. Unos buscarian nuevo amo, y acaso entre los amigos antiguos del que dejaban; otros se alistarian en algun tercio, como se decia entónces, de España, de Mantua 6 de otra potencia beligerante; otros se echarian al camino para hacer la guerra por menor y de su cuenta, y algunos se contentarian con ir briboneando en libertad. Por lo que toca á los que pudieron acostumbrarse al nuevo tenor de vida, y que le abrazaron gustosos, la mayor parte naturales del valle, volvieron al campo, ó al oficio que aprendieron en su juventud; los forasteros quedaron en el castillo en calidad de domésticos, y arrepentidos al mismo tiempo como su amo, lo pasaban del mismo modo, sin hacer ni recibir daño alguno.

Pero cuando con motivo de la entrada de las tropas alemanas llegaron al castillo pidiendo asilo algunos fugitivos de los paises invadidos 6 amenazados, muy gozoso el caballero de que considerasen como un refugio para los débiles aquellos muros que de tanto tiempo se miraban de léjos con terror, acogió á los infelices con expresiones más bien de agradecimiento que de urbanidad; hızo correr la voz de que su casa estaba abierta para todos los que quisiesen acogerse á ella, y pensó inmediatamente en poner en estado de defensa no sólo el castillo, sino tambien el valle para el caso que quisiesen ir á hacer de las suyas los Lanziquenescos 6 los Capeletes.