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- Reunió á los criados que habian quedado con él; les hizo una plática acerca de la buena ocasion que Dios les ofrecia para emplearse una vez en beneficio de su prójimo, que tanto habian oprimido y aterrado ántes, y con su antiguo tono de mando, que expresaba la certeza de la obediencia, les explicó en general lo que trataba de hacer, y sobre todo les prescribió el modo como debian conducirse para que las gentes que iban á guarecerse al castillo no viesen en ellos sino amigos y defensores. Dispuso luégo que se bajasen de un desvan todas las armas blancas y de fuego que de largo tiempo se hallaban allf amontonadas, y se las distribuyó entre todos. Mandó decir á sus dependientes y colonos del valle que todos los que quisiesen armas para defenderse fuesen al castillo por ellas: eligió á algunos para que hiciesen las veces de oficiales; señaló los puestos que debian guardar, tanto en el valle como á su entrada, en la cuesta, y en la puerta del castillo, y estableció las horas de remudarse como en un campamento, y del modo que estaba acostumbrado en los tiempos de su depravada vida.

En un rincon del expresado desvan estaban separadas de las demas las armas de que se habia servido, como su famosa carabina, su espada, sable, puñal y pistolas. Ninguno de los criados echó mano de ellas, y uno le preguntó cuáles queria que le bajase: ninguna, respondió, y bien fuese por voto, 6 por otro motivo, lo cierto es que siempre quedó desarmado á la cabeza de aqueila especie de guarnicion.

Al mismo tiempo dió ocupacion á las mujeres y otros criados, poniendo á su cargo el preparar el alojamiento en el castillo para cuantas personas cupiesen en él, disponiendo colchones y tablados en las salas convertidas en dormitorios. Dió asimismo órdenes de reunir provisiones para la manutencion de los huéspedes que Dios les enviase, y que efectivamente se aumentaban todos los dias. El entretanto estaba en contínuo movimiento dentro y fuera del castillo, arriba, abajo, y por el valle, ocupándose en establecer, reforzar y visitar los pvestos, en ver y dejarse ver, y en presencia. Así dentro de casa, como en el camino, acogia con tanto agrado á cuantos se le presentaban, que todos le miraban extáticos, olvidando un momento los motivos que les obligaban á buscar aquel refugio, y se volvian á mirarle, cuando separándose de ellos proseguia su caminoerlo todo en órden on la vista, las palabras, y su